Lo que observamos a diario es a la gente
haciendo ejercicios, caminando, los gimnasios llenos y una cierta preocupación
por cuidar el cuerpo. Cuando hablo de la gente, corrigió Manuel, me refiero a
la gran mayoría, pues hay minorías que tratan de cuidar ambas partes: cuerpo y
alma.
¿Por qué digo esto? Porque, nuestro
cuerpo por muchos cuidados que tengamos terminará – en el mejor de los casos –
haciéndose viejo y destruyéndose, la muerte.
—¿Y vale eso la pena? ─dijo Manuel. Sí, es un deber y creo que
tenemos que hacerlo, cuidar el cuerpo, pero, pregunto, ¿no es más importante el
alma? ¿Y cómo es que la mayoría se preocupan más por cuidar el cuerpo y, casi
nada o nada el alma? ¿Es esto normal, o es que el mundo, nuestro mundo, está
enfermo?
—Supongo ─comentó Pedro con cierta
suavidad y tranquilidad─ que muchos lo hacen porque no creen que después de la
muerte haya vida. Y, para ellos lo importante es lo inmediato, lo próximo y la
satisfacción presente. Lo que vulgarmente se expresa con “vale más pájaro en
mano que ciento volando”. O en términos más coloquiales y propio de nuestro
argot lingüístico “papita asada, papita mamada”.
—Así también lo creo yo. Aparte de eso
que tú has dicho, yo añado falta de fe. O una fe muy débil que, a la primera de
cambio, se la lleva el viento o la tempestad. Es esa semilla que lanzada a
boleo cae a la orilla del camino y se la comen los pájaros, o ente abrojos y
zarzas. Los agobios por las dificultades y también afanes de la vida les
desvían del camino y no dan frutos.[1]
El mundo es una gran tentación, siguió
Manuel, y una batalla cada día. Muchos nos creemos libres y no entienden cuando
le hablan de esclavitud. Ellos no son esclavos, son personas libres y, mientras
no descubran su esclavitud no tendrán ningún motivo para luchar por la
verdadera libertad.
—Pero ¿qué es entonces la libertad? —planteó
Pedro.
—Algo que debemos descubrir cada día,
porque en cada acto que realizamos tendremos que discernir muy bien si
realmente somos libres o no. Posiblemente, tú y yo, Pedro, hemos hablado de la
libertad, pero nunca el tema puede quedar cerrado, porque a cada instante se
pueden plantear diferentes ángulos y puntos de vista para interpretarla.
Por ejemplo, hablando de fútbol, una
jugada de posible penalti. ¿Crees tú que un aficionado del equipo castigado con
penalti, salvo que la acción sea muy clara, no está condicionado por su
simpatía con ese su equipo? La polémica está servida. Y si eso lo extrapolas a otros
campos o situaciones, ¿no crees que sucede lo mismo? ¿Dónde está la libertad
para elegir sin ningún condicionante?
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