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sábado, 24 de febrero de 2024

LA TERTULIA

 (continuación publicación del 210224)

                Lo que observamos a diario es a la gente haciendo ejercicios, caminando, los gimnasios llenos y una cierta preocupación por cuidar el cuerpo. Cuando hablo de la gente, corrigió Manuel, me refiero a la gran mayoría, pues hay minorías que tratan de cuidar ambas partes: cuerpo y alma.

          ¿Por qué digo esto? Porque, nuestro cuerpo por muchos cuidados que tengamos terminará – en el mejor de los casos – haciéndose viejo y destruyéndose, la muerte.

          —¿Y vale eso la pena?  ─dijo Manuel. Sí, es un deber y creo que tenemos que hacerlo, cuidar el cuerpo, pero, pregunto, ¿no es más importante el alma? ¿Y cómo es que la mayoría se preocupan más por cuidar el cuerpo y, casi nada o nada el alma? ¿Es esto normal, o es que el mundo, nuestro mundo, está enfermo?

          —Supongo ─comentó Pedro con cierta suavidad y tranquilidad─ que muchos lo hacen porque no creen que después de la muerte haya vida. Y, para ellos lo importante es lo inmediato, lo próximo y la satisfacción presente. Lo que vulgarmente se expresa con “vale más pájaro en mano que ciento volando”. O en términos más coloquiales y propio de nuestro argot lingüístico “papita asada, papita mamada”.

          —Así también lo creo yo. Aparte de eso que tú has dicho, yo añado falta de fe. O una fe muy débil que, a la primera de cambio, se la lleva el viento o la tempestad. Es esa semilla que lanzada a boleo cae a la orilla del camino y se la comen los pájaros, o ente abrojos y zarzas. Los agobios por las dificultades y también afanes de la vida les desvían del camino y no dan frutos.[1]

          El mundo es una gran tentación, siguió Manuel, y una batalla cada día. Muchos nos creemos libres y no entienden cuando le hablan de esclavitud. Ellos no son esclavos, son personas libres y, mientras no descubran su esclavitud no tendrán ningún motivo para luchar por la verdadera libertad.

          —Pero ¿qué es entonces la libertad? —planteó Pedro.

          —Algo que debemos descubrir cada día, porque en cada acto que realizamos tendremos que discernir muy bien si realmente somos libres o no. Posiblemente, tú y yo, Pedro, hemos hablado de la libertad, pero nunca el tema puede quedar cerrado, porque a cada instante se pueden plantear diferentes ángulos y puntos de vista para interpretarla.

          Por ejemplo, hablando de fútbol, una jugada de posible penalti. ¿Crees tú que un aficionado del equipo castigado con penalti, salvo que la acción sea muy clara, no está condicionado por su simpatía con ese su equipo? La polémica está servida. Y si eso lo extrapolas a otros campos o situaciones, ¿no crees que sucede lo mismo? ¿Dónde está la libertad para elegir sin ningún condicionante?



[1] Lc 8, 4-18

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