LA TERTULIA - continuación

 

            ¡Y cuánta paciencia tiene con cada uno de nosotros! Indudablemente, si amaramos, o al menos lo intentáramos tal y como nos ama nuestro Padre Dios, la familia sería un bálsamo. Pero, eso no significa que no habrá momentos de tempestades, de vientos huracanados, de tormentas…etc. ¡Tiene que haberla, porque ellas son la prueba de nuestro amor!

         ¿No te agrada que tu marido te confiese que te quiere? ¿No te gusta que tu mujer te exprese lo importante que eres para ella? Pues, cuando te perdona un fallo, un error, una debilidad, una imperfección humana, te lo está diciendo.

         ─Mira, dijo Manuel, cuando está frente a ti y sigue erre que erre y camina contigo y avanza y se promete mejorar y ayudarte, intentando que tú estés contenta y feliz, te está declarando su amor. No le exijas que lo diga. Esta es la mejor manera. La simple perseverancia, no de estar simplemente a tu lado, sino de implicarse contigo en el camino de su vida, es una declaración de amor cada día. ¡Eso es amar!

         No lo busques en ningún lugar, solo hay uno, el Evangelio – la Palabra de Jesús – En ella no solo encuentras la respuesta, sino que, Quien te lo dice lo está viviendo contigo. Lo que tú vas a perdonar y a soportar lo está Él soportando primero en ti. ¿No lo ves?, ¡está a tu lado!

         Sin lugar a duda, Jesús es la solución, pero, primero se necesita vaciarse, despojarse de todo aquello que te impide amar. Y otra cosa, replicó Manuel, entenderlo bien.

         ─¡Claro! ─dijo Pedro─ porque, imagino, que una cosa es amar y otra aprovecharse del amor de tu cónyuge. Una cosa es arrimar siempre tu hombro y otra esconderlo cuando te interesa.

         ─Indudablemente, el amor se hace presente cuando hay interés por ambas partes y cuando el diálogo se produce en el intercambio de los acontecimientos de cada día. Pero, ¡mucho cuidado!, no se puede exigir, ni presionar, ni querer que el otro al día siguiente sea como yo pienso y me gusta. Eso es un grave y grande peligro. Resumió Manuel.

         Posiblemente, el amor llevará toda la vida, porque siempre estás amando. No se acaba, siempre está y siempre hay más y más que dar. Menos que hoy y más que mañana, porque siempre está creciendo. Por eso es para toda la vida y nunca se termina.

         ¡Eso sí!, lo que se acaba son los sentimientos, las pasiones, los gustos, la satisfacciones…etc. Se acaba todo lo de este mundo, pero, el amor que es un regalo del Señor nunca se acaba. Incluso, la fe y la esperanza, llegados a la presencia de Dios, ya no hacen falta, sin embargo, el Amor continúa eternamente.

         Esa es la diferencia del matrimonio civil y el sacramental. En el matrimonio civil no se invita a Jesús. En el sacramental, Jesús es el invitado de honor, y el compromiso se hace en Él, prometiéndose amor y fidelidad para toda la vida. Tal como se ha comprometido Dios contigo, y en este caso con los dos.

         No crees, Pedro, que la sociedad, el mundo iría mejor si las familias fueran verdaderos matrimonios. ¿Y la educación de los hijos? ¿No sería mejor?