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sábado, 29 de enero de 2022

LA TERTULIA - continuación

 

 

                       

               Hay momentos que ciertas actitudes no te dejan responder sino de una forma violenta. Posiblemente es lo que buscan, pero quieren que tú seas quien prendas la mecha. Rio revuelto ganancia de pescadores. Buscan que tú te conviertas en el protagonista de la revuelta, del violento y de que inicias la guerra. ¡Y ya está!, objetivo logrado. Tendrán una y mil excusas para señalarte y colocarte como el causante de lo pasado y lo de ahora. Puede ser un plan bien estudiado y es lo que se puede deducir de cómo se suceden los acontecimientos. La única solución, por lo menos en estos momentos, es la paciencia y la cordura. ¡Y espero que respeten la libertad de expresión que tanto últimamente ellos han defendido!

              Pedro había llegado antes y, desde su mesa vislumbró que llegaba Manuel.

         ─Buenos días ─se adelantó Manuel al recibimiento que le daba Pedro. Se reflejaba en sus caras el deseo de dialogar y desahogar esas preocupaciones con las que se habían despedido el día anterior.

         ─¿Sabes, Pedro? ─dijo Manuel, después de que le servían su acostumbrado café─. Anoche, cuando llegue a mi casa pensé que esta nuestra sociedad, y también muchas otras, están en manos de Dios. Él está con nosotros y nunca se ha ido. Sería contradictorio que Dios, que nos ha enviado a su Hijo, nos dejará en la estacada. ¡Sí, realmente está!, pensé. Y me dije. Puede ocurrir que no le vea y que mis esperanzas las esté poniendo en los hombres. En esos hombres que quiero que aparezcan para que reconviertan la situación. Eso me sentó bien, aligeró mi carga y tranquilizó mi corazón. Hoy me siento más descansado y fortalecido.

         ─¿Y eso ha arreglado la situación? .

         ─¡Claro que no!, pero me ha dado otra esperanza y otra manera de mirarla. Quizás con ojos de comprensión, de paciencia, de misericordia y, sobre todo, de esperanza.      

         ─¡Bueno!, pensemos que sea así, pero, dejemos el tema para otro día ─propuso Pedro.

         ─¿Sabes?,  Mientras esperaba que llegaras, y viendo pasar a gente de nuestro tiempo y también jóvenes, me vino al recuerdo aquellas fiestas nuestras. ¡Qué fiestas más hermosas y deseadas! ¿Te acuerdas, Manuel?

         ─¡Claro que me acuerdo! ¿Cómo se pueden olvidar? Eran magnificas y muy esperadas. ¿Sabes, Pedro?, hay muchos momentos que me he preguntado sobre eso. ¿Por qué las fiestas de ahora, las de nuestros hijos han dejado de ser tan deseadas y celebradas como las nuestras? ¿Te has tu planteado esa pregunta alguna vez?

         ─No, al menos desde esa perspectiva que tú planteas. Yo las recuerdo como algo extraordinario. Iba contando los días en el almanaque y cuando, llegada la fiesta,  llegaba el último día, ya de retirada a casa – las cuatro o cinco de la madrugada… ¡Si no más!, exclamó Pedro, empezaba a pensar en la próxima más cercana. Y es que nuestras fiestas eran la ocasión de relacionarnos con las chicas, poder cogerle la mano, tenerlas cerca y bailar con ellas. Era una forma de demostrarte si le interesabas y sí, eso suponía que le gustabas y que eras aceptado.

         ─Sí, es verdad. Recuerdo ─comentó Manuel─. De ahí que terminada la fiesta, si no tenías novia, había que esperar a otra fiesta. La relación, sin fiesta se hacía más difícil. Si a eso le añadía la timidez  o vergüenza, la solución era esperar hasta la próxima fiesta.

         La prueba del algodón consistía invitarla a bailar, y si bailaba era una buena señal. Luego, si respondía a tus gestos, si notabas que sonreía y se mostraba contenta y, sobre todo, si aguardaba a que la invitaras a seguir otro baile, la prueba estaba resultando bien. Posiblemente le interesabas. Ahora, con más seguridad, si a ti te gustaba tenías que dar el paso y mostrarle tu interés.

         ─Eran momentos ilusionantes y de gran entusiasmo, ¡que fiestas aquellas! Irrumpió Pedro.

         ─Sin embargo  ─continuó Manuel─  mi reflexión o inquietud iba por otro lado. Estaba pensando en el deterioro que ha ido sufriendo la familia en estos últimos años. Recuerdas, Pedro, que en nuestro tiempo la familia se sostenía más estable y más equilibrada.

         ─Ten en cuenta que no había otra salida. Había un concordato Iglesia - Estado,  y el divorcio estaba prohibido.

         ─Si, es verdad pero, es eso lo que me pregunto. Hoy el divorcio llamado exprés e irracional – para mí – es una excusa que acelera el proceso de ruptura sin antes hacer una reflexión serena y con sentido común. Y luego, las consecuencias las sufren los hijos.  Quizás esa prohibición evitó muchas tontas e inútiles separaciones que simplemente se esconden tras la soberbia y la inmediata disputa sin reflexionar lo que se dice. Luego, la soberbia, los complejos impiden rectificar y que se haga presente el perdón y la misericordia.

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