Las fiestas patronales eran hermosas ocasiones para conocernos y hasta para bailar chicos y chicas. Es verdad que, y no voy a comparar con las de esta época, todas tienen sus partes positivas y negativas. La vida es un camino de perfección, pero, sí quiero acentuar que, en aquella época, mi época, había vergüenza, honradez y valores que se respetaban y en los que se buscaba guardar el equilibrio en la verdad y la justicia. Se detestaba la mentira.
Posiblemente, hoy se ven las cosas de otra forma, y creo que es bueno que así sea, pero, lo que no me parece bien es que se mienta, se esconda la verdad, la responsabilidad y el compromiso. Falla la educación y también los educadores. En una palabra, “falla la familia”. Porque, para educar tienes primero que vivir lo que tratas de comunicar como norma de educación o valor. Y no hablo de educar modales y comportamientos, sino de educar y equilibrar tus emociones, tus sentimientos, tus compromisos y el respeto a la libertad del otro, donde debe terminar la tuya. Porque, una cosa es importantísima, si no educas desde la verdad, estás abriendo la puerta a la mentira, que lleva a la corrupción y a la anarquía de valores y compromisos serios y responsables.
Y la escuela no educa, enseña conocimientos. Donde se educa es en la familia. Y si los padres no educan, las consecuencias se ven en la calle y en la convivencia social.
En mi época se respetaba a los mayores y se les primaba cediéndole la parte interior de la acera; el asiento en lugares de espera o guagua. Era una señal de reconocimiento y respeto a la edad y a lo que había aportado con su trabajo durante su vida. La palabra dada era más que una firma y se cumplía como un compromiso ya dado por hecho. El silencio en los templos – iglesias – los horarios de las familias, la hora del almuerzo, las tertulias en las casas – no había tele – y la obediencia a los padres. Y no trato de verlo desde un punto de vista nostálgico, sino como un conjunto de valores que, a través del tiempo, voy observando que se han ido perdiendo. Y es que las modas cambian, si, y eso es normal, pero, los valores deben ser eternos. Porque, el respeto vale para hoy y también para el próximo siglo.
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