Me senté a esperar a mi mujer. Habíamos encontrado aparcamiento y aproveché para, mientras mi mujer hacía unas diligencias, entrar en el centro comercial y sentarme a tomar un café. Había dejado mi blog de notas en el coche. Se trataba cosa de un momento y no había pensado tardar nada, ni tampoco tomarme un café. La idea surgió de repente.
Y sentado sentí la irresistible tentación de escribir lo que experimentaba dentro de mi corazón. Exultaba de paz y alegría. Una paz que no se manifestaba en saltos ni alaridos, sino de gozo contenido y de sentimientos de agradecimientos. Tomé una servilleta y me dispuse a dejar salir de mis dedos, agarrando mi bolígrafo, los signos semánticos que expresaban mis sentimientos y manifestaban mi gozo y agradecimiento.
Gracias, Señor, por tanta dicha. Dicha de saberme hijo tuyo y de ser aceptado y querido. Gracias por sentirme querido y querer. Gracias por estar abierto a darme y a dar, aunque la disponibilidad sea débil y sufra las flaquezas de la carne y los egoísmos. Gracias por la esperanza de saberme caminando, en tu presencia y por tu Gracia, hacia un mundo mejor.
Pronto, como había dicho, llegó mi mujer y se interrumpió los latidos de esa humilde y sencilla oración, Me sentí gozoso y descubrí que estaba allí impulsado por el Espíritu, pues, en principio, cuando mi mujer me dijo que la acompañara me había resistido. Acababa de llegar a casa y estaba cansado. Mi parte humana y egoísta deseaba comer algo y abandonarme a la siesta o descanso, pero una voz interior me dijo, debes acompañarla. Te necesita, pues es difícil encontrar aparcamiento y tú puedes ayudarle a dejar el coche mientras ella hace la gestión.
No pude resistir esa voz interior y me dije, Señor, esa es mi oración de hoy, facilitarle la labor a mi mujer y hacerle más fácil su gestión. Que posiblemente no era para su propio beneficio, sino para alguien de la familia. Y la recompensa de ese breve momento surgió al calor de un café. Y es que el Señor se manifiesta en cualquier instante cuando te das. Él siempre da más.
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