En muchas ocasiones nos complicamos nosotros mismo la vida. Confundimos la fiesta con el lucimiento, con el quedar bien, y hasta, de manera soterrada y aparente humildad, sorprender y buscar lisonjas. Posiblemente no nos demos cuenta, y hasta sea eso motivo de discusiónes y enfrentamientos. El autoengaño está presente y distorsionamos la realidad siguiendo nuestras propias directrices.
El problema es que nuestra soberbia no nos deja ver. La fiesta deja de ser fiesta cuando nos desborda y nos roba la serenidad y la paz. La Navidad no se construye en la algarabía y en el ruido. Navidad significa paz, serenidad y esperanza, y eso se busca en la serena reflexión y en la sencillez del compartir desde lo que se es y se tiene. No es una fiesta de engalanamientos ni lucimientos, que alborota tu corazón, lo distrae y lo desvía de lo que verdaderamente se celebra.
Es una fiesta de armonía y de descubrir tu pequeñez, tu humildad e impotencia de saberte hijo de Dios y salvado por su Amor Misericordioso. Todo lo que se salga de ahí, no me atrevo a decir que sea malo, pero no favorece nuestro encuentro con el Señor. Nacer significa despojo de todo aquello que molesta a la vida e impide que crezca y madure dentro de nosotros. Nacer es dejar paso a la verdadera Vida, que nunca más será interrumpida, porque está llamada y destinada a vivir en el Señor y junto a Él eternamente.
Nacer es favorecer el reinado de la paz haciendo que entre y more en tu corazón. Nacer es hacerle hueco al Rey de la Vida, que te la ha dado y la sostiene para toda la eternidad. Nacer es vaciar tu corazón de todo aquello que contamina, que te promete luz y gozo, pero que se apaga pronto y te deja vacío y en la oscuridad. Nacer es dejar que la Navidad alumbre tu corazón y no fabricarte luces y luces que alumbran una noche, pero que se apagan para las demás.
Pero, verdaderamente naces y te transformas en un hombre nuevo cuando eres capaz de soportar, ser paciente y sostenerte en la esperanza de confiar en Aquel que verdaderamente pide nacer en tu corazón y que sólo Él basta para todo lo demás. Porque, Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y todo lo demás son añadiduras.
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