En estos momentos, la soledad puede empujarte a vivir de una manera que tú no deseabas. Y, quizás, puede ser la causa de problemas en los que te puedes ver envuelto en poco tiempo. Porque no quieres vivir solo, ni tampoco estar solo. Y eso puede llevarte a buscar compañías forzosas, o ambientes que pueden resultar no conveniente para tu vida.
La cuestión es aceptar la soledad, y buscar compañía donde puedas encontrarte a gusto. Pero ahí puede encontrarse otro problema. ¿Qué es encontrarte a gusto? Si lo que buscas son satisfacciones, placeres y diversiones, quizás ese tiempo ya pasó, o dicho de otra forma, ahora no es tiempo de buscar esos tipos de placeres. No se puede vivir una nueva juventud, porque cada etapa tiene su tiempo y su hora.
La juventud tiene su tiempo, y la vejez tiene el suyo. No porque ahora los avances de la medicina nos mantiene más jóvenes, puedes hacer ahora lo que correspondía a tu juventud. No porque puedas mantener tu cara y tu cuerpo aparentemente más joven, eres joven. Tu juventud está escondida en tu vejez.
Posiblemente no nos guste la palabra vejez o anciano, pero la realidad no la podemos cambiar. Quizás podemos convenir que los ancianos de hoy son más dinámico, más, aparentemente, jóvenes y todo lo que quieras añadir, pero los años marcan la época. El tiempo no cambia, y cuando es época de dar fruto, se da frutos, y cuando ha pasado ese tiempo, vendrá el que le sigue.
Aprender a vivir en soledad es descubrir que nunca estás solo, porque Dios está contigo. Y en Él puedes encontrar consuelo, compañía y la fuerza necesaria para vivir ese tiempo de tu vida. La comunidad, la parroquia son apoyos que emergen agradablemente en esa época. Porque desde el principio al final, toda tu vida es tiempo de salvación.
Habrá mucha gente que no se lo cree, que no tienen fe o que lo toman como bobadas. Para ellos, posiblemente si haya soledad, aunque el Señor permanezca con ellos, porque le rechazan y buscan la compañía en donde nunca la podrán encontrar.
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