Cuando vi este vídeo en facebook que había compartido una amiga, lo primero que pensé, a parte de la fragilidad de los niños, la fragilidad también de los mayores respecto a la fe. Los padres debemos pensar que una cosa, y más en los niños, es que te digan que sí, y otra muy distinta que luego sobre la marcha y cogidos por sorpresa lo hagan.
Se olvidan y se dejan llevar por sus impulsos de curiosidad y obediencia. La experiencia y este vídeo son pruebas que lo demuestran claramente. Lo mejor es no perderlos de vista y estar muy cerca de ellos que los podamos socorrer inmediatamente.
Porque a nosotros nos ocurre algo parecido. Decimos que creemos en Jesús, pero luego no correspondemos a esa fe confesada. Vamos a misa, pero luego no hay coherencia en nuestra vida con nuestros actos. La fe no incide en nuestra forma de pensar y de vivir. Luego, si viene cualquier corriente mediática, el equivalente a un desconocido, respecto a los niños, con un perrito mono, caemos fácilmente en la trampa y nos vamos.
Hay muchos ejemplos que no quiero citar ahora para no alargarme mucho, pero atrapados por el Maligno muchos niños disfrazados de hombres se dejan llevar por las tentaciones que ese les propone. Así que el experimento del vídeo nos sirve tanto a los pequeños como a los mayores, y mucho a los padres.
Nuestros hijos no están formados a tan temprana edad y cualquier cosa bien presentada y repentina, cuando más confiados están, les hace caer en la trampa. En materia de fe peor todavía, porque ahí se cae a cualquier edad. El diablo no descansa y se aprovecha en cualquier ocasión.
Tienes razón. Tenemos que ser muy humildes para reconocer que somos tan frágiles como estos niños y acudir a los brazos de nuestro Padre Dios.
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