No es que la lluvia tenga la cualidad de acercarte a Dios, sino que, ayer, día nueve de enero, viernes, terminaba mi hora de oración en la capilla, y me vi sorprendido por una intensa lluvia que nos impedía salir del templo. Así que cansado porque no cesaba, llevaba ya unos cuarenta y cinco minutos, me puse a escribir esta reflexión. Porque no recuerdo tanto tiempo seguido lloviendo en Arrecife.
Las lluvias en mi ciudad, Arrecife, son breves. A veces intensas, pero breves. Sin embargo la de ayer aguantó hasta una hora aproximadamente. Experimenté que la necesidad acerca a Dios. En este caso la lluvia, pues muchos de los que estaban en mi misma situación se sentaban a contemplar el templo, o quizás a orar. Otros miraban los anuncios en el tablón a la entrada. Anuncios que quizás no habían mirado nunca.
Comprendí un poco más, por propia experiencia, que Jesús viene a salvar a los pobres, a los que buscan y necesitan salvación, porque es en la necesidad cuando estamos dispuesto a escuchar y a deponer nuestra soberbia y prepotencia. Necesitamos estar necesitado para buscar salvación.
Cuando creemos estar preparados, en este caso, si llevamos paraguas o vamos equipado para no mojarnos, no dejamos que la lluvia nos empape, ni que la Gracia de Dios nos serene, nos dé paz y nos ofrezca pararnos un poco y reflexionar. Muchas veces los encuentros se producen cuando por cualquier motivo tenemos que pararnos y permanecer quietos. Es entonces cuando nos asalta los interrogantes que llevamos dentro.
Este mundo está necesitado de más lluvias que te obliguen a permanecer sereno, en silencio y en espera de poder salir. Mientras podemos pensar que pintamos aquí, porque seguro que tropezaremos contigo, Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario crea comunidad, por eso, se hace importante y necesario.