Es difícil saberlo, pero sólo en el transcurso del camino podemos averiguarlo. Es verdad que las cosas se ven diferentes en el tiempo, y muchos hemos llegado a reconocer que todo hubiese sido diferente si optamos por este camino o por el otro. ¿El mejor? No sabemos, pero si es verdad que posiblemente descubramos que la decisión tomada es la que más favorecía nuestro egoísmo personal y no el bien del otro.
A larga distancia podemos descubrir que quizás el camino era quedarme y
soportar. Soportar, que es amar. Porque desde la fe podemos pensar que Jesús
nos soportó y nos soporta. Nadie más que Él tiene derecho para marcharse y
abandonarnos. Lo ha dado todo, ¿y qué le damos mucho de nosotros?
Pensemos en muchos matrimonios separados por rechazar un poco de
esfuerzo, o un mucho. Se rechaza cuando no se está dispuesto a soportar y eso
da medida de muy poco amor. Porque el amor se mide en kilos de soportar. Pues
lo que no necesita soportar no exige amor ni nada. Simplemente verlo pasar. Es
más, me atrevo a pensar que sólo cuando hay discusión, diferencias y esfuerzos
por soportar, si se persevera, hay amor.
Diría que todos los matrimonios rotos se sumergen en un mundo de
comodidades, egoísmo y satisfacciones. ¡Yo quiero esto, y si no me lo das, me
voy! La cultura del perdón y del soportar no está de moda, y por lo tanto,
tampoco el verdadero amor. Jesús exclamo en cierta ocasión cierta torpeza de
los apóstoles (« ¡Oh, generación
incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo
tendré que soportarlos? » (Mateo 17:17).
Pero no los abandonó, ni los rechazó,
ni menos los dejó de amar. Razones tendría para dejar a unos y escoger a otros
más listos o más crédulos. Pero opta por amarlos y amarlos más, porque más lo
necesitan. Sin embargo, nosotros los católicos creyentes desistimos y a la
primera de cambio tiramos la toalla. Es verdad que muchos pasan por verdaderas
pruebas que exigen mucho sufrimiento, pero se pierden, aunque lo disfracen
después, el pleno y verdadero gozo de amar y ser amado.
También hay casos donde se pierde el
respeto y se abre una violencia que eso sí conviene separarlo, porque la
convivencia es imposible cuando hay malos tratos, imposiciones y falta el
respeto y la dignidad de la persona. Pero quizás no sean esos los casos más
numerosos.
Porque, eso es seguro, el Señor da
las fuerzas y la Gracia para poder soportar lo que la vida te ha ofrecido como
la prueba de tu salvación.
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