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lunes, 23 de enero de 2012

A PROPÓSITO DEL AMOR


No podemos perder de vista la realidad que nos rodea. Somos seres vivos, pero pensamos y sentimos deseos, afectos, y anhelamos realizarnos. Si no es así podemos llegar a sentirnos frustrados y hasta caer depresivos, desprovistos de motivaciones, sin ganas de vivir.

En ese momento la desesperanza hace presencia en nuestros sentimientos, y las causas de no superarla pueden ser fatales. En los años de nuestras juventud, los enamoramientos pueden confundirnos y llevarnos a situaciones de este tipo. Hace falta mucha paciencia y mucha fe, fe en las personas que están a tu lado, que, por su experiencia, te aconsejan de algo que ellos ya han vivido y, muchos, experimentado o conocido en otros cercanos.

Todo desespero, y apurar y dar rienda suelta a los deseos y afectos, apurando la convivencia de la pareja bajo la experiencia de experimentar nuestra vida en común, es empezar a construir el edificio por el techo, porque no es la satisfacción, el sexo ni los afectos lo que va a consolidad el verdadero amor. Experimentamos nuestra atracción y empatía, pero, ¿nos soportamos?, estamos dispuesto a eso en nuestros momentos de desierto? ¿Y cuando afloje la atracción y los afectos, y se hagan rutinaria? ¿Qué ocurrirá? ¿No es aconsejable empezar primero por lo primero y ponernos a prueba?

El amor, en mi humilde opinión, es algo que nace, se alimenta, vive y nunca muere, pero en muchas situaciones puede morir. Su esencia es el "dar", y su característica, "siempre", pero puede perderla al encerrarse en él mismo, y confundir placer, apetencias, sexo y afectos con su objetivo y comprobar, más tarde, que detrás de esa aparente alegría efímera no se esconde nada. Todo se queda en una alegría pasajera. Creo que es la experiencia de muchos, y cuando no se aguanta, se espera, se madura, el amor ha muerto y se marchita.

Entonces, comprendemos lo que hemos hecho, pero ya, recuperarlo cuesta más, y hasta se antoja imposible hacerlo. Tendrá que ir por otro camino. Se ha roto la unión, y se ha dejado marchitar. Por todo esto, yo le diría a las jóvenes parejas que no basen su amor en los afectos, en las caricias, en el sexo, en los intereses, en los placeres de todo tipo, porque, eso siendo importante y necesario, no es la base del amor. 

Es la alegría pasajera, caduca, que no fundamenta la alegría de la unión, ni le da sentido. Apoyados en esos sentimientos y placeres, la unidad se romperá. Porque nos hacemos viejos, porque llegarán tempestades, porque aparecerá la enfermedad, porque los hijos pensaran de otra forma, por el trabajo, la buena o mala suerte, los amigos, las tentaciones, las riquezas...etc. Porque amar no es eso, sino la entrega cuando mis sentimientos digan que no te quiero o no me interesas;  porque amar es empeñarse en quererte, a pesar de tu enfermedad, de tu gordura, de tu artritis...etc.

Nadie, nadie nos ha demostrado más amor que Aquel que nos ha amado en el dolor, y ha sufrido el mayor dolor para demostrárnoslos, porque el amor se demuestra en la cruz, ¿o me vas a decir que me amas cuando todo va viento en popa? ¿Cuando soy fuente de placer, de bienestar, de riqueza y gusto? ¿Hay alguien que no ame así?

JESÚS de Nazaret me enseñó y demostró que me ama porque murió en la Cruz por mí. La Cruz es el signo del amor, porque nadie ama más que aquel que da la vida por el otro. Y eso lo hizo JESÚS para que entendiéramos lo del amor. Sólo cuando se sabe sufrir, se sabe amar.

Por eso, queridos jóvenes, esperen y no desesperen, porque el amor primero puede estar lleno de muchos engaños propios de la inmadurez y de la inocencia. Confíen y estén seguros de que si hay verdadero amor, sabe esperar. Tengan confianza en sus padres y familiares, pues ellos quieren lo mejor para ustedes, y les aconsejan prudencia y paciencia, porque se trata unidad para toda la vida. Y si no se está dispuesto a eso es porque ese amor esconde algo que no quiere ver ni enfrentarse.

¿Podríamos entender que JESÚS ahora nos abandonase? ¿Qué se cansara de nosotros y nos dejase a merced de nuestras propias fuerzas? ¿Pero no era eso verdad? ¿Y para siempre? ¿Cómo entender esa infidelidad, esa...? Nos quedaríamos sin palabras y fundidos en el desconcierto y la desesperación.

Pero no es así, porque nuestro DIOS es un PADRE de Palabra, de amor de verdad, y eso ha imprimido en el corazón de cada hombre, crea, se fíe o no de ÉL. Por eso, todo hombre y mujer siente que su unión es para siempre, así todos lo quieren y lo desean. Sólo falta una cosa, que tengamos confianza y fe en JESÚS cuando ÉL nos prometió que el amor era cosa de su PADRE, y lo quiere unido, como ÉL y su HIJO, para siempre. Tengamos confianza que así es, y con ÉL, nosotros también podemos.

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