Y de la misma manera que sabemos de nuestra pobreza, sabemos también que sólo nos es muy difícil avanzar en perfección. Pretender progresar en el conocimiento de DIOS por cuenta propia es emprender el camino seguro para no lograrlo. JESÚS lo ha sabido siempre y, porque su PADRE lo envía, viene a enseñarnos por y cómo debemos caminar para dar con el camino verdadero. ÉL nos propone un camino pero sabe que solos no podemos lograrlo.
Por un lado, todos necesitamos ser enseñados, y por otro, la inmensidad de DIOS necesita mucho tiempo y Gracia del mismo DIOS. Por eso, JESÚS, unido a su PADRE, nos promete la asistencia del ESPÍRITU SANTO, para que ÉL nos vaya revelando todas sus enseñanzas en el transcurso de nuestro peregrinar por el camino que ÉL, JESÚS, en nombre del PADRE, nos ha trazado. Sin la asistencia del ESPÍRITU SANTO no podremos dar un paso.
Por eso, siguiendo la reflexión del Padre Pedro García, Misionero Claretiano (Fuente: Catholic.net), el Espíritu Santo es la vida de nuestra vida divina. Sin Él, seríamos unos cadáveres, privados de la vida de Dios.
El Espíritu Santo es el motor de nuestro amor. Somos capaces de amar como Dios, porque el Espíritu Santo, que es el amor del mismo Dios, ha sido derramado en nuestros corazones.
El Espíritu Santo empuja nuestra oración, y nos hace capaces de elevarnos a Dios con la plegaria.
El Espíritu Santo inspira todos nuestros movimientos hacia Dios, hablándonos muy callandito, pero sin dejarnos parar un instante en nuestra aspiración hacia el Cielo.
El Espíritu Santo -seguimos con la misma comparación de Jesús- invade todo nuestro ser, como el aire puro nuestra casa bien ventilada, y nos impulsa a realizar toda la obra de Dios.
Dependemos de ÉL y, sólo con ÉL, creceremos en verdadera conversión y santificación. Fue, el ESPÍRITU SANTO, quien inició la andadura de la Iglesia aquel día de Pentecostés cuando los Apóstoles estaban reunidos, asustados, temerosos y sin saber que hacer, en el cenáculo; fue aquella noche cuando, abiertos a su mediación y abandonados a sus Manos, el ESPÍRITU SANTO les llenó de Gracia, sabiduría y fortaleza para que salieran de sus bocas y proclamaran sus lenguas la obra de salvación que JESÚS había consumado con su Muerte en la Cruz.
El ESPÍRITU SANTO está, continua asesorándonos, en cada uno de nosotros para que nuestra mente y nuestro corazón se abra al amor del PADRE y a la Redención de su HIJO JESÚS. Pero, el ESPÍRITU SANTO, necesita de ti y de mí para que le abramos la puerta de nuestra alma, la ventana de nuestra mente con la llave de nuestro corazón y pongamos en sus Manos nuestra voluntad, libre y entregada, para que ÉL pueda realizar su misión asistencial y alumbradora.
Si nos empeñamos en ser nosotros nuestros propios directores y nuestros propios maestros, acabaremos perdidos, engreídos, confundidos y soberbios, presos de nuestros pecados y de nuestras propias limitaciones. Sólo en ÉL, con ÉL y por ÉL, guiados por el ESPÍRITU SANTO, encontraremos el camino para llegar a la Casa del PADRE.
Cuando nos vemos llenos de entusiasmo para vivir amando a los demás no es por nuestro propio mérito, es el Espiritu Santo que actua en nostros por medio de sus Dones para compartir con los demás y siempre para bien de todos los que nos rodean. ¡¡Ven Espíritu Santo!!
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