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jueves, 26 de agosto de 2010

SI LA PUERTA ES ESTRECHA...


Si la puerta que conduce a la felicidad es estrecha ha de ser algo incomoda deslizarse por ella con facilidad y de forma cómoda. Se supone tormentosa, con obstáculos que nos complican el camino y nuestro peregrinar hacia donde queramos llegar. De hecho, la experiencia de nuestra vida nos dice que la mayor parte del tiempo está llena de dificultades, problemas, preocupaciones y sufrimientos.

Unas veces los sufrimos en carne propia y otras nos vienen de amigos muy cercanos o vecinos que conocemos y compartimos su dolor. También, los problemas de la época que nos toca vivir nos tocan y nos preocupan, y también nos hacen sufrir: aborto, tragedias (Pakistan...), injusticias...etc.

Deducimos que la mayor parte la pasamos más mal que bien. Y por mucho que intentemos huir nunca lograremos alejarnos lo suficiente. Parece que estamos destinados a sufrir y compartir el dolor que, de por sí, existe en el mundo. Esa es la pura realidad y todos tendremos vivencias que nos descubren esta realidad. En el camino de la vida, quieras o no, sufrimos y, también, por qué no citarlo, nos divertimos y pasamos buenos momentos, pero son los menos.

Yo, desde mi experiencia y a la luz del ESPÍRITU, y por su Gracia, quiero traer un poco de luz, al menos compartir mi vivencia de lo mismo. En principio parto de la realidad de la que venimos: "Somos seres de relación", es decir, estamos hechos para relacionarnos, de tal forma que "yo" sin "tú" no pinto nada en este mundo, y "tú" sin "mí" ocurre exactamente igual. Pero igual podemos decir de "yo" y "nosotros".

Estamos hechos para vivir en relación y la propia experiencia nos dice que no podemos guardar nada para nosotros. Sentimos un enorme deseo de comunicarlo, de compartirlo, tanto sea bueno como malo. Y nuestro mayor deseo es hacer el bien aunque nos sintamos inclinado, por nuestra propia humanidad pecadora, a hacer el mal. Porque disfrutamos con el bien y cuando lo hacemos sentimos una alegría inmensa y duradera: "Eso nos hace feliz".

Desde estas experiencias concluimos que cuando nos buscamos a nosotros mismos y deseamos nuestro propio bien y gozo, estamos yendo contra corriente, porque sólo pensamos en nosotros y nos alejamos de nuestra misión y pura esencia: "seres en relación, hechos para amar". Y eso, tarde o temprano, nos hace sentirnos mal. Nos comportamos egoístamente y nos alejamos de conseguir la verdadera y eterna felicidad.

Cuando nos dejamos arrastrar por esa corriente hemos elegido entrar por la puerta ancha, por el camino más cómodo y fácil. Nos sentimos bien al principio, pero en la medida que vamos hacia dentro experimentamos desasosiego, angustias y remordimientos. Empezamos a sentirnos mal y a darnos cuenta que no hemos elegido el camino bueno.

Luego, el camino verdadero es el que nos pide renuncia, sacrificios, abnegación, austeridad, vigilancia, entrega, compromiso, lucha, molestarnos por los otros...etc. Es decir, olvidarme de mí y estar pendiente del otro, sobre todo de los más cercanos. Eso significa amar y entrar por la puerta estrecha, y eso cuesta y es difícil.

Por eso, necesitamos orar y rezar. Orar para hablar y, fundamentalmente, escuchar, y rezar para pedirle sobre lo hablado y escuchado. Por eso necesitamos entrenarnos, como los atletas, para estar preparados a la renuncia y al sacrificio, por eso el camino, sobre todo al principio, se hace antipático, duro y no apetecible para elegir, pero, por eso se nos advierte: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha" (Lc 13, 22-30). No podemos decir que no se nos ha advertido.

2 comentarios:

  1. No estoy del todo de acuerdo contigo. NO creo que la mayor parte del tiempo tengamos que estar sufriendo. Yo creo que podemos ser felices ,pase lo que pase, y ocuparnos de nosotros mismos en primer lugar,y eso no es egoísmo. Jesús dijo ama al projimo como a tí mismo. Así que no tenemos que olvidarnos de nosotros. Dios quiere que seamos felices. Jesús mismo dijo que su yugo es suave y su carga ligera. Si todo se nos hace cuesta arriba y sufrimos más de la cuenta, será que debemos enfocar la vida de otra forma, y cambiar.

    Un abrazo

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  2. Hola m.jesús, no creo que sea lo importante estar de acuerdo conmigo, pues yo, te lo aseguro, me equivoco mucho cada día, y, esforzándome, trato de corregirme.

    Ese, pienso, es el camino de perfeccionarme: "corregirme", porque lo que quiere DIOS de cada uno de nosotros, en este caso de mí, es que desde mi nacimiento y, por la acción del ESPÍRITU recibido en mi Bautismo, vaya dejando todo lo malo y tomando lo que me hace mejor, es decir, lo bueno.

    Y eso necesita renuncias, esfuerzos, trabajo, formación, vigilancia, comprensión, preocuparme, darme, entregarme...etc. Eso me complica mi vida y me exige olvidarme de mí.

    También, pienso, que debemos sacar, al menos yo me esfuerzo en ello, los dos pies del A. Testamento, porque, aunque es necesario, mirarlo y entenderlo, para comprender el Nuevo, no podemos quedarnos anclados en él.

    Cuando DIOS entrega a Moisés las Tablas de la Ley: "Amarás al SEÑOR tu DIOS sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo", no hay ninguna referencia para fijarnos y tomar como modelo. No era la hora de JESÚS todavía.

    Nosotros no sabemos cómo amar, nos equivocaríamos peligrosamente. Somos pecadores, estamos inclinados a las cosas de este mundo aunque, por la Gracia de DIOS, no pertenecemos a él.

    Caeríamos en el egoísmo, en los simples cumplimientos, como el joven rico...etc.

    JESÚS es la Plenitud Absoluta y la novedad de su Mensaje es decirnos que tenemos un PADRE (Parábola del hijo prodigo) que nos quiere hasta el punto de entregar a su HIJO, JESÚS, para con su muerte rescatarnos.

    Y nos dice, aquí está la diferencia y, nuestro error, porque yo también pensaba como tú:
    Amaos los unos a los otros "como YO los he amado".

    ÉL es el ejemplo, el modelo y el testimonio. ÉL no invita a seguirle dejando todo lo demás; nos advierte que no tiene donde reclinar su cabeza; nos invita a cargar con la cruz y seguirle, nos invita a ofrecer la otra mejilla si nos pegan, y...etc.

    Finalmente nos aclara que nos pasará como a ÉL y, previo a su Pasión, nos muestra el límite de su amor, abajándose a lavarnos los pies, signo de darlo todo hasta la muerte por nosotros.

    No es que queramos voluntariamente sufrir ni mortificarnos, sino que necesitamos luchar contra nosotros mismos para vencernos y poder darnos. Pues nuestra humanidad es una cárcel y sólo en la Verdad y por la Verdad podemos liberarnos.

    Claro, la paradoja que no entendemos es que, haciendo esto sentiremos, por la Gracia de DIOS, que somos felices. Y si no preguntémosle a los santos.

    Perdona que me haya extendido, pero no se puede expresar con dos palabras. Es tema de meditación y reflexión.

    Eso es lo que he querido meditar en la reflexión.

    Un abrazo en XTO.JESÚS.

    El problema está resuelto cuando, mirando a JESÚS, tratamos de amar como ÉL.

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