Todos sabemos que la vida es breve. Para unos mucho más que para otros, pero para todos se nos se nos hace breve. Ocurre que, dependiendo de nuestras circunstancias y tiempo, experimentemos en algunos momentos que hay mucho tiempo por delante y nos parezca larga. Es el caso de los jóvenes, pero en poco tiempo y sin darse cuenta los años van pasando y nos parece muy rápido todo.
Por mi propia experiencia puedo asegurar que esto ocurre, al menos a mí, y recuerdo, en mis años de juventud, cuando observaba a mi madre algo mayor y me compadecía por su proximidad a su fin. Sin embargo, para mí todo era diferente y me parecía que mí vejez era algo muy lejano y había mucho tiempo por delante. Ahora me preguntó cómo es posible que todo haya pasado tan rápido.
También, observo que algo igual debe pasar con mis hijos. Ya algunos tienen hijos y, de recordarlo corriendo y jugando hace muy poco, ahora ya me parecen adultos que han recorrido muchos años de sus vidas. Realmente, la vida se pasa rápida y hay que aprovecharla. Porque lo pasado no retorna y lo perdido es irrecuperable. Se podrán hacer otras y nuevas cosas, pero lo que no se hizo se quedará sin hacer.
Cuando una persona es abuelo, por primera vez, como es mi caso, experimenta una sorpresa agridulce, dulce por la vida de un nuevo ser y, particularmente, por su nieto, pero agrio por lo de abuelo, por esto de verse algo mayor y más cerca del fin terrenal. Y digo terrenal, porque para un creyente hay una diferencia, y esa es también mi experiencia, que convierte lo agrio, relatado anteriormente, es también dulce y hermoso.
Parodiando a Santa Teresa, digo como ella que cuando llega ese momento, esperado y aceptado, no por el hecho en sí que siempre supone un morir y sufrir, sino por lo que supone de terminar el camino de lucha e inquietud por la perfección (a lo que estamos llamados para ser santos) y, lo mejor y más grande, descansar en la presencia y la dicha, por su Misericordia, del gozo eterno de contemplar a DIOS, y para siempre.
Un creyente empieza a vivir con el morir en este mundo, para comenzar eternamente la dicha a la que aspira en la presencia de su PADRE DIOS. Por lo tanto, morir no es gran pérdida, al contrario es el fin del calvario para empezar el principio sin fin del gozo y felicidad eterna. La pérdida está en perder esa dicha y gloria por la cosas (basuras) de este mundo. Ahora, en boca de San Pablo: "todo lo estimo basura ante la ganancia de alcanzar el Reino de DIOS", con lo que estoy totalmente de acuerdo.
Ante esta realidad de la brevedad de la vida, muchos toman sus preocupaciones, se apresuran desde la juventud a sacarle jugo a la vida; creen con fe ciega que esa es la mejor forma de aprovechar la juventud, y en realidad hacen una sola cosa, dedicar los primeros años de la vida a hacer feliz el resto de ella, hacen alianza con el vicio: la botella, la droga, el sexo, uno de ellos o los tres a la vez... mejor los tres que uno, se triplica el placer.
No es infrecuente en estos jóvenes la pereza y el abandono en el estudio, la ligereza e inmadurez en el amor con toda clase de experiencias y el abandono de los restos de fe y valores morales de la infancia. Su fin es la felicidad, pero no la que se deriva de una consecuencia como resultado de toda un vida dedicada a amar como servicio y entrega a los demás, sino la que se desprende de la inmediatez rápida y placentera del gozo sensual, carnal o lúdico.
La ley es el placer; a más placer más vida. Si uno es avanzado en años suele apresurarse aun más que los jóvenes porque piensa: estoy haciéndome viejo y no he disfrutado lo suficiente: "¡comamos y bebamos, que mañana moriremos!", es el famoso adagio latino "Carpe diem": "Sácale jugo a la vida"... Y dicho y hecho, se dan prisa en apurar las copas, porque la fiesta se acaba. Están ciegos y se precipitan a la muerte.
Todo esto explica la movida de los mayores por los viajes, tercera edad, fiestas, nuevos casamientos, experiencias... el tiempo es poco y hay que apurar... Y nos parecía eso de los gladiadores algo lejano, pues es de rabiosa actualidad: "antes de que nos sorprenda la muerte, vamos a disfrutar todo lo que podamos... después DIOS dirá. ¡Necios, no sabes que DIOS ya ha dicho en su HIJO JESÚS su Palabra!, y nos ha relatado en la parábola de aquél que teniendo tanta riqueza para vivir cómodamente hizo sus graneros más grande para almacenar todas sus pertenencias y vivir sin problemas y placenteramente, más esa noche fue sorprendido por la muerte.
Compran ratos y tiempos de felicidad que, por mucho que se afanen en mantener, son solos destellos fugaces y efímeros que se diluyen de la misma forma que se dan. Pronto caen en la trampa de saberse esclavos de esas sensaciones placenteras y que cuanto más las experimentan y viven, más las desean y les someten a buscarlas. Han quedado atrapados por la dependencia y, buscando ser libres, han conseguido ser esclavos.
Buscamos lo mismo: "la felicidad", pero uno lo hacen, creyéndolo mejor y más seguro, por el camino del mundo que tienen delante, y otros lo hacen por la vía del amor, no egoísta, entregado al servicio de hacer feliz al otro. Los primeros se consumen en ellos mismo porque lo consumido es caduco y se acaba; los segundos aún muriendo a ellos mismos y renunciando a su felicidad carnal e inmediata, perviven en el gozo de experimentar la felicidad del dar gratuitamente traducido en paz, serenidad y un sentimiento de bienestar.
Y es que, el deseo más profundo del hombre es amar, y cuando lo hace de forma verdadera siente el inmenso gozo eterno de sentirse feliz sin limites. Eso siempre estará guardado en su corazón hasta el día que tenga que rendir cuenta. No le pedirán nada que no sea cuanto amor ha despachado, pues sólo de eso será juzgado. Lo demás habrá muerto y caducado.
Por eso, algunos piensan que la vida es demasiado breve para ser pequeña, para ser mediocre; ellos también tienen prisa, pero otra clase de prisa y afán, y por eso, desde la misma juventud ponen las bases para hacer constructivo el resto de esa vida. No esperan a ser adultos para sentar la cabeza y así: "Aprietan en el estudio, aunque les llamen malditos; no juegan con el amor, porque saben que se queman; no dan un puntapié a sus valores morales, porque saben que los necesitan.
Si al llegar a la madurez se percatan de que van rezagados, aprietan el paso porque les queda menos tiempo para hacer algo grande en este mundo. Y si han llegado a la tercera edad, y ven su tarea bastante incumplida, es lo normal en el peregrino, pues por eso peregrina, se apresuran a hacer y completa lo que no hicieron en la juventud y en la madurez, podría ser mi caso, porque saben, porque ven que ya no tendrán más tiempo y que, ahora o nunca. Es un don por la Gracia de DIOS percibir esto.
Cuando llega el final de la vida lo que se dieron prisa en divertirse y nada más, y los que se dieron prisa en cumplir su misión, ambos, miran hacia atrás, uno para decirse a sí mismo, aunque no quieran verlo ni reconocerlo, : "más me valiera no haber nacido", se sienten insatisfechos y desesperado por la cercanía del final. Otros para decir: "realmente valió la pena vivir".
La vida es breve, para ti, para mí, para todos... Pero tienes tiempo,ahora, de preguntarte: ¿Cuál es tu prisa? ¿"Carpen diem" o "aprovecha el tiempo" porque la vida es demasiado breve para ser mediocre?
Si la vida es breve y además la maltratas, eres un pobre hombre. Se vive una vez, se cumplen quince años sólo una vez. A ti te corresponde saber lo que haces con esa pequeña vida.
Por mi propia experiencia puedo asegurar que esto ocurre, al menos a mí, y recuerdo, en mis años de juventud, cuando observaba a mi madre algo mayor y me compadecía por su proximidad a su fin. Sin embargo, para mí todo era diferente y me parecía que mí vejez era algo muy lejano y había mucho tiempo por delante. Ahora me preguntó cómo es posible que todo haya pasado tan rápido.
También, observo que algo igual debe pasar con mis hijos. Ya algunos tienen hijos y, de recordarlo corriendo y jugando hace muy poco, ahora ya me parecen adultos que han recorrido muchos años de sus vidas. Realmente, la vida se pasa rápida y hay que aprovecharla. Porque lo pasado no retorna y lo perdido es irrecuperable. Se podrán hacer otras y nuevas cosas, pero lo que no se hizo se quedará sin hacer.
Cuando una persona es abuelo, por primera vez, como es mi caso, experimenta una sorpresa agridulce, dulce por la vida de un nuevo ser y, particularmente, por su nieto, pero agrio por lo de abuelo, por esto de verse algo mayor y más cerca del fin terrenal. Y digo terrenal, porque para un creyente hay una diferencia, y esa es también mi experiencia, que convierte lo agrio, relatado anteriormente, es también dulce y hermoso.
Parodiando a Santa Teresa, digo como ella que cuando llega ese momento, esperado y aceptado, no por el hecho en sí que siempre supone un morir y sufrir, sino por lo que supone de terminar el camino de lucha e inquietud por la perfección (a lo que estamos llamados para ser santos) y, lo mejor y más grande, descansar en la presencia y la dicha, por su Misericordia, del gozo eterno de contemplar a DIOS, y para siempre.
Un creyente empieza a vivir con el morir en este mundo, para comenzar eternamente la dicha a la que aspira en la presencia de su PADRE DIOS. Por lo tanto, morir no es gran pérdida, al contrario es el fin del calvario para empezar el principio sin fin del gozo y felicidad eterna. La pérdida está en perder esa dicha y gloria por la cosas (basuras) de este mundo. Ahora, en boca de San Pablo: "todo lo estimo basura ante la ganancia de alcanzar el Reino de DIOS", con lo que estoy totalmente de acuerdo.
Ante esta realidad de la brevedad de la vida, muchos toman sus preocupaciones, se apresuran desde la juventud a sacarle jugo a la vida; creen con fe ciega que esa es la mejor forma de aprovechar la juventud, y en realidad hacen una sola cosa, dedicar los primeros años de la vida a hacer feliz el resto de ella, hacen alianza con el vicio: la botella, la droga, el sexo, uno de ellos o los tres a la vez... mejor los tres que uno, se triplica el placer.
No es infrecuente en estos jóvenes la pereza y el abandono en el estudio, la ligereza e inmadurez en el amor con toda clase de experiencias y el abandono de los restos de fe y valores morales de la infancia. Su fin es la felicidad, pero no la que se deriva de una consecuencia como resultado de toda un vida dedicada a amar como servicio y entrega a los demás, sino la que se desprende de la inmediatez rápida y placentera del gozo sensual, carnal o lúdico.
La ley es el placer; a más placer más vida. Si uno es avanzado en años suele apresurarse aun más que los jóvenes porque piensa: estoy haciéndome viejo y no he disfrutado lo suficiente: "¡comamos y bebamos, que mañana moriremos!", es el famoso adagio latino "Carpe diem": "Sácale jugo a la vida"... Y dicho y hecho, se dan prisa en apurar las copas, porque la fiesta se acaba. Están ciegos y se precipitan a la muerte.
Todo esto explica la movida de los mayores por los viajes, tercera edad, fiestas, nuevos casamientos, experiencias... el tiempo es poco y hay que apurar... Y nos parecía eso de los gladiadores algo lejano, pues es de rabiosa actualidad: "antes de que nos sorprenda la muerte, vamos a disfrutar todo lo que podamos... después DIOS dirá. ¡Necios, no sabes que DIOS ya ha dicho en su HIJO JESÚS su Palabra!, y nos ha relatado en la parábola de aquél que teniendo tanta riqueza para vivir cómodamente hizo sus graneros más grande para almacenar todas sus pertenencias y vivir sin problemas y placenteramente, más esa noche fue sorprendido por la muerte.
Compran ratos y tiempos de felicidad que, por mucho que se afanen en mantener, son solos destellos fugaces y efímeros que se diluyen de la misma forma que se dan. Pronto caen en la trampa de saberse esclavos de esas sensaciones placenteras y que cuanto más las experimentan y viven, más las desean y les someten a buscarlas. Han quedado atrapados por la dependencia y, buscando ser libres, han conseguido ser esclavos.
Buscamos lo mismo: "la felicidad", pero uno lo hacen, creyéndolo mejor y más seguro, por el camino del mundo que tienen delante, y otros lo hacen por la vía del amor, no egoísta, entregado al servicio de hacer feliz al otro. Los primeros se consumen en ellos mismo porque lo consumido es caduco y se acaba; los segundos aún muriendo a ellos mismos y renunciando a su felicidad carnal e inmediata, perviven en el gozo de experimentar la felicidad del dar gratuitamente traducido en paz, serenidad y un sentimiento de bienestar.
Y es que, el deseo más profundo del hombre es amar, y cuando lo hace de forma verdadera siente el inmenso gozo eterno de sentirse feliz sin limites. Eso siempre estará guardado en su corazón hasta el día que tenga que rendir cuenta. No le pedirán nada que no sea cuanto amor ha despachado, pues sólo de eso será juzgado. Lo demás habrá muerto y caducado.
Por eso, algunos piensan que la vida es demasiado breve para ser pequeña, para ser mediocre; ellos también tienen prisa, pero otra clase de prisa y afán, y por eso, desde la misma juventud ponen las bases para hacer constructivo el resto de esa vida. No esperan a ser adultos para sentar la cabeza y así: "Aprietan en el estudio, aunque les llamen malditos; no juegan con el amor, porque saben que se queman; no dan un puntapié a sus valores morales, porque saben que los necesitan.
Si al llegar a la madurez se percatan de que van rezagados, aprietan el paso porque les queda menos tiempo para hacer algo grande en este mundo. Y si han llegado a la tercera edad, y ven su tarea bastante incumplida, es lo normal en el peregrino, pues por eso peregrina, se apresuran a hacer y completa lo que no hicieron en la juventud y en la madurez, podría ser mi caso, porque saben, porque ven que ya no tendrán más tiempo y que, ahora o nunca. Es un don por la Gracia de DIOS percibir esto.
Cuando llega el final de la vida lo que se dieron prisa en divertirse y nada más, y los que se dieron prisa en cumplir su misión, ambos, miran hacia atrás, uno para decirse a sí mismo, aunque no quieran verlo ni reconocerlo, : "más me valiera no haber nacido", se sienten insatisfechos y desesperado por la cercanía del final. Otros para decir: "realmente valió la pena vivir".
La vida es breve, para ti, para mí, para todos... Pero tienes tiempo,ahora, de preguntarte: ¿Cuál es tu prisa? ¿"Carpen diem" o "aprovecha el tiempo" porque la vida es demasiado breve para ser mediocre?
Si la vida es breve y además la maltratas, eres un pobre hombre. Se vive una vez, se cumplen quince años sólo una vez. A ti te corresponde saber lo que haces con esa pequeña vida.
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