Es fácil comprender que todos no somos iguales. Se distingue rápidamente que unos tienen más cualidades que otros. El campo del deporte lo refleja de una forma muy clara y también la parcela educativa. Unos presentan unas cualidades óptimas para la práctica de un determinado deporte que, por mucho que otros se esfuercen, nunca podrán alcanzar a aquellos. Las habilidades están ahí y no se pueden quitar ni suplantar ni igualar.
En el mundo de la inteligencia ocurre igual. Hay personas que poseen una capacidad de entendimiento, de comprensión, de asumir conocimientos que alcanzan cotas alta de sabiduría y sapiencia científica y humana. Y, por mucho que otros se esfuercen, nunca podrán alcanzar esos niveles que otros superan con cierta facilidad.
Ahora, presentada esta observación evidente, podemos concluir y afirmar de donde nos viene tales prerrogativas y dones. Es obvio descartar que nos los hemos dado nosotros mismos, o que nos han sido regalados por nuestros padres. Nos ha sido regalado por el Creador, y no para que las empleemos solamente en nuestro propio bien, sino para que reviertan en el bien común, sobre todo de los más necesitados.
De esa forma, el Creador nos ha implicado en la solidaridad y generosidad hacia todos y ha repartido más a unos, para que estos repartan con otros. Comprendemos de esa forma que, así el mundo no tendría problemas, todas las necesidades estarían cubiertas y la pobreza no tendría razón de existir, pues hay riquezas para todos.
Y esto no sólo en el orden material, sino en el cultural y espiritual. El hombre no vive sólo de pan, sino de relación solidaria, generosa, de libertad, de respeto, de justicia... de amor. Son esos valores los que necesitan darse y comunicarse, porque el hombre sin trascendencia está abocado al precipicio y la muerte.
El vivir ese don recibido de forma individual, cerrada, instalada en un clan familiar como si de una isla se tratara, es negarse a la Voluntad del que te lo ha dado y rechazar esa ley Natural que está inscrita en tu corazón. Porque todos queremos respetar la vida, ser honrados, generosos, no desear los bienes ajenos, ser justos, honrar a nuestros padres, no desear la mujer del otro...etc. Son los Mandamientos que llevamos dentro de nosotros mismos, y que, por si los habíamos olvidados, nuestro Creador nos los recordó a través de Moisés.
Sólo hay una cosa que es nuestra y que DIOS no nos ha dado: "nuestros propios pecados". Eso si que no es de DIOS y que nosotros hemos fabricado por pura iniciativa nuestra. Pues lo sorprendente es que eso nos lo pide DIOS. Nos pide que le demos lo único que tenemos, nuestra propia miseria y basura, para, una vez en sus Manos, purificarla y hacerla de oro con su Bondad y Misericordia. Su Amor es tan grande que sólo espera que le demos lo único que tenemos para devolvernos gozo, felicidad eterna, por nuestras ofensas e injurias. No hay Amor más grande.
Por todo ello, nuestra pregunta es esa, ¿qué regalo yo? Lo único que tengo son mis pecados y eso es lo único que puedo regalar. Sin embargo, se necesita un gran corazón lleno de humildad para reconocerlo y ponerlo en sus Manos. María, nuestra Madre lo hizo, ¿estamos nosotros dispuestos a hacerlo también? Ahora empieza un tiempo muy propicio para eso.
En el mundo de la inteligencia ocurre igual. Hay personas que poseen una capacidad de entendimiento, de comprensión, de asumir conocimientos que alcanzan cotas alta de sabiduría y sapiencia científica y humana. Y, por mucho que otros se esfuercen, nunca podrán alcanzar esos niveles que otros superan con cierta facilidad.
Ahora, presentada esta observación evidente, podemos concluir y afirmar de donde nos viene tales prerrogativas y dones. Es obvio descartar que nos los hemos dado nosotros mismos, o que nos han sido regalados por nuestros padres. Nos ha sido regalado por el Creador, y no para que las empleemos solamente en nuestro propio bien, sino para que reviertan en el bien común, sobre todo de los más necesitados.
De esa forma, el Creador nos ha implicado en la solidaridad y generosidad hacia todos y ha repartido más a unos, para que estos repartan con otros. Comprendemos de esa forma que, así el mundo no tendría problemas, todas las necesidades estarían cubiertas y la pobreza no tendría razón de existir, pues hay riquezas para todos.
Y esto no sólo en el orden material, sino en el cultural y espiritual. El hombre no vive sólo de pan, sino de relación solidaria, generosa, de libertad, de respeto, de justicia... de amor. Son esos valores los que necesitan darse y comunicarse, porque el hombre sin trascendencia está abocado al precipicio y la muerte.
El vivir ese don recibido de forma individual, cerrada, instalada en un clan familiar como si de una isla se tratara, es negarse a la Voluntad del que te lo ha dado y rechazar esa ley Natural que está inscrita en tu corazón. Porque todos queremos respetar la vida, ser honrados, generosos, no desear los bienes ajenos, ser justos, honrar a nuestros padres, no desear la mujer del otro...etc. Son los Mandamientos que llevamos dentro de nosotros mismos, y que, por si los habíamos olvidados, nuestro Creador nos los recordó a través de Moisés.
Sólo hay una cosa que es nuestra y que DIOS no nos ha dado: "nuestros propios pecados". Eso si que no es de DIOS y que nosotros hemos fabricado por pura iniciativa nuestra. Pues lo sorprendente es que eso nos lo pide DIOS. Nos pide que le demos lo único que tenemos, nuestra propia miseria y basura, para, una vez en sus Manos, purificarla y hacerla de oro con su Bondad y Misericordia. Su Amor es tan grande que sólo espera que le demos lo único que tenemos para devolvernos gozo, felicidad eterna, por nuestras ofensas e injurias. No hay Amor más grande.
Por todo ello, nuestra pregunta es esa, ¿qué regalo yo? Lo único que tengo son mis pecados y eso es lo único que puedo regalar. Sin embargo, se necesita un gran corazón lleno de humildad para reconocerlo y ponerlo en sus Manos. María, nuestra Madre lo hizo, ¿estamos nosotros dispuestos a hacerlo también? Ahora empieza un tiempo muy propicio para eso.
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