Sí, estoy de acuerdo en que estamos en la tierra y que sentimos sed, hambre y muchas necesidades perentorias, tan necesarias como el aire que aspiro para poder sentirme vivo hasta la próxima bocanada que, espontáneamente, tomo de nuevo de la abundante atmósfera que me lo regala. ¿Qué pasaría si mis agradecidos pulmones sintieran el vacío y la carencia de aire repentinamente?
Puedo decir que tengo esa respuesta, pues la he experimentado cuando sufrí mi desvanecimiento, muerte súbita, que me dejó fuera de este mundo unos veinte minutos. No sé si afortunadamente o desafortunadamente fui devuelto a este mundo, pues después de leer el libro de María Vallejo- Nágera, "entre el cielo y la tierra", mis dudas o deseos han sido tentados.
De cualquier forma, mi regreso lo interpreto como un volver a terminar lo que el SEÑOR desea que termine, y en eso estoy. Temeroso por no ser capaz de responder a la confianza que ÉL ha depositado en mí, pero, al mismo tiempo, confiado en, con su Gracia y en el ESPÍRITU, pueda conseguir responderle. Desde ahí, todo tiene sentido: la oración, el ayuno, la limosna, el compartir, el comentario, la solidaridad, el acompañamiento, la renuncia, la humildad, el desapego, el sacrificio, el último lugar, la paciencia, la suavidad, la comprensión, la bondad...
Y, para todo eso, se hace necesario aprovechar nuestro tiempo, el ahora, tiempo de Cuaresma, que nos prepara para entrenarnos, para fortalecernos, para intimar y tomar confianza, para desprendernos de tantos ruidos, distracciones, voces, tentaciones, compulsiones, apegos... que no tienen otra salida que decesos y endriagos que nos someten y destruyen.
Pero, unido a todo esto, y en lucha constante, el ser humano es algo más. No sólo se puede quedar en lo que necesita su corporalidad, sino que necesita mirar más allá de lo que tiene delante e interiorizar en su necesidad trascendente que le da sentido a todo su ser integro. Si esa introspección el ser humano está perdido, porque no es sólo pan sino también espíritu. Y como tal, ambos necesitan educarse, desarrollarse y trabajarse.
A lo largo de la historia, se ha creído, con frecuencia, que la creación de instituciones bastaba para garantizar a la Humanidad el ejercicio del derecho al desarrollo. Desafortunadamente, se ha depositado una confianza excesiva en dichas instituciones: lo afirma Benedicto XVI, en su encíclica social Caritas in Veritate, y añade: "En realidad, las instituciones por sí solas no bastan, porque el desarrollo humano integral es ante todo vocación y, por lo tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos.
Pero el Papa no deja ahí su reflexión. "Este desarrollo - continúa - exige, además, una visión trascendente de la persona, necesita a DIOS: sin ÉL, o se niega el desarrollo, o se le deja únicamente en manos del hombre, que cede a la presunción de la auto-salvación y termina por promover un desarrollo deshumanizado.
Y esto no es una simple quimera, sino la propia realidad existencial del ser humano. No creo por lo que dicen, ni oigo o escucho, creo porque experimento, por mí mismo, que lo que siento en lo más profundo de mi ser es lo que quiero hacer y lo que me hace feliz. A pesar de que no siempre lo logro, porque hago lo que no quiero, me someten mis pasiones corporales, pero quiero lo que no hago, y me esfuerzo en ello porque ahí encuentro el gozo y la dicha.
Y eso sólo me lo ofrece JESÚS, no sólo porque ÉL lo sabe y me lo propone, sino porque es la verdad que subyace en mi corazón, sellada a fuego, y es lo que más deseo aun sin saberlo. Por eso, San Agustín llegó a descubrirlo y a inmortalizarlo al decir: mi alma intranquila no descansará hasta llegar a TI, mi SEÑOR. Y todo lo que no sea eso es mentira y construir sobre arena.
Ocurre que en la medida que más se adentra en la mentira, lo falso, lo demagógico, más se avanza en continuar haciendo más, valga la redundancia, de lo mismo. Aún sintiendo que te hundes, más ayudas a hundirte. Es el camino soberbio de la irrefrenable soberbia y de la incapacidad de reconocerte tus limitaciones y humanidad pobre. Y, paradógicamente, DIOS sólo te pide eso, lo único que tú tienes: "tus pecados". Tanto es su Amor que espera tus desechos para convertirlos en alegría, felicidad y eterno gozo en su presencia.
Aprovechemos este tiempo de salvación y confiemos en el regalo que DIOS, nuestro PADRE, nos ofrece dándonos la oportunidad de creer en el Evangelio y convertirnos.
Puedo decir que tengo esa respuesta, pues la he experimentado cuando sufrí mi desvanecimiento, muerte súbita, que me dejó fuera de este mundo unos veinte minutos. No sé si afortunadamente o desafortunadamente fui devuelto a este mundo, pues después de leer el libro de María Vallejo- Nágera, "entre el cielo y la tierra", mis dudas o deseos han sido tentados.
De cualquier forma, mi regreso lo interpreto como un volver a terminar lo que el SEÑOR desea que termine, y en eso estoy. Temeroso por no ser capaz de responder a la confianza que ÉL ha depositado en mí, pero, al mismo tiempo, confiado en, con su Gracia y en el ESPÍRITU, pueda conseguir responderle. Desde ahí, todo tiene sentido: la oración, el ayuno, la limosna, el compartir, el comentario, la solidaridad, el acompañamiento, la renuncia, la humildad, el desapego, el sacrificio, el último lugar, la paciencia, la suavidad, la comprensión, la bondad...
Y, para todo eso, se hace necesario aprovechar nuestro tiempo, el ahora, tiempo de Cuaresma, que nos prepara para entrenarnos, para fortalecernos, para intimar y tomar confianza, para desprendernos de tantos ruidos, distracciones, voces, tentaciones, compulsiones, apegos... que no tienen otra salida que decesos y endriagos que nos someten y destruyen.
Pero, unido a todo esto, y en lucha constante, el ser humano es algo más. No sólo se puede quedar en lo que necesita su corporalidad, sino que necesita mirar más allá de lo que tiene delante e interiorizar en su necesidad trascendente que le da sentido a todo su ser integro. Si esa introspección el ser humano está perdido, porque no es sólo pan sino también espíritu. Y como tal, ambos necesitan educarse, desarrollarse y trabajarse.
A lo largo de la historia, se ha creído, con frecuencia, que la creación de instituciones bastaba para garantizar a la Humanidad el ejercicio del derecho al desarrollo. Desafortunadamente, se ha depositado una confianza excesiva en dichas instituciones: lo afirma Benedicto XVI, en su encíclica social Caritas in Veritate, y añade: "En realidad, las instituciones por sí solas no bastan, porque el desarrollo humano integral es ante todo vocación y, por lo tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos.
Pero el Papa no deja ahí su reflexión. "Este desarrollo - continúa - exige, además, una visión trascendente de la persona, necesita a DIOS: sin ÉL, o se niega el desarrollo, o se le deja únicamente en manos del hombre, que cede a la presunción de la auto-salvación y termina por promover un desarrollo deshumanizado.
Y esto no es una simple quimera, sino la propia realidad existencial del ser humano. No creo por lo que dicen, ni oigo o escucho, creo porque experimento, por mí mismo, que lo que siento en lo más profundo de mi ser es lo que quiero hacer y lo que me hace feliz. A pesar de que no siempre lo logro, porque hago lo que no quiero, me someten mis pasiones corporales, pero quiero lo que no hago, y me esfuerzo en ello porque ahí encuentro el gozo y la dicha.
Y eso sólo me lo ofrece JESÚS, no sólo porque ÉL lo sabe y me lo propone, sino porque es la verdad que subyace en mi corazón, sellada a fuego, y es lo que más deseo aun sin saberlo. Por eso, San Agustín llegó a descubrirlo y a inmortalizarlo al decir: mi alma intranquila no descansará hasta llegar a TI, mi SEÑOR. Y todo lo que no sea eso es mentira y construir sobre arena.
Ocurre que en la medida que más se adentra en la mentira, lo falso, lo demagógico, más se avanza en continuar haciendo más, valga la redundancia, de lo mismo. Aún sintiendo que te hundes, más ayudas a hundirte. Es el camino soberbio de la irrefrenable soberbia y de la incapacidad de reconocerte tus limitaciones y humanidad pobre. Y, paradógicamente, DIOS sólo te pide eso, lo único que tú tienes: "tus pecados". Tanto es su Amor que espera tus desechos para convertirlos en alegría, felicidad y eterno gozo en su presencia.
Aprovechemos este tiempo de salvación y confiemos en el regalo que DIOS, nuestro PADRE, nos ofrece dándonos la oportunidad de creer en el Evangelio y convertirnos.
Me ha parecido buenísima tu entrada.
ResponderEliminarUn abrazo
Bien por esa profesión de fe. Que nunca decaiga.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Gracias, Mª Jesús, si sirve para que nos fortalezcamos en nuestro peregrinar, ¡alabado y glorificado sea el SEÑOR!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en XTO.JESÚS.
Reza por todos nosotros para que cumplamos con nuestra palabra y vida humilde de ser fieles a la promesa de nuestro PADRE DIOS.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en XTO.JESÚS.