III CAMPAÑA POR LA VIDA DESDE PERÚ

Sé que dentro de mí hay una fuerza irresistible que me empuja a hacer el bien. Sé también que esto mismo le ocurre a todos los hombres y mujeres del mundo. Y los que digan que no les diré desde aquí que no dicen la verdad, o, en su defecto, se autoengañan sin saberlo. El hombre está hecho para amar, y su amor le lleva a darse hasta el extremo de dar su vida por otro.

Hay muchas oportunidades en la vida donde esto que vivencio se pone a prueba, y queda demostrado. Las imagenes de las últimas catástrofes nos lo demuestran cuando presenciamos a muchas personas arriesgando sus vidas por salvar a otras. Independiente de la fe, del pensamiento de cada uno, de los lazos tanto de amistad como de familia que se tenga, lo que sale de dentro es que la vida de la persona está por encima de todo.

En esos momentos experimentamos que valoramos más la vida del otro que nuestros propios intereses, comodidades, egoísmos... y, libres de toda atadura, saltamos sin paracaídas, desafiando todo riesgo, a ayudar a la persona en peligro de muerte. Es el momento en que la persona se siente persona y trata al que corre peligro al mismo nivel que él. Es el momento que todos, aún sin saberlo, nos igualamos y nos consideramos hijos de un mismo PADRE. Es el sello que nos identifica como hijos de DIOS y hermanos en CRISTO.

Y eso nadie lo puede negar, porque es la verdad interior que todos sentimos y nos une. Sólo que, también, habita en nosotros las fuerzas del mal, nuestra condición humana, que nos arrastra a lo cómodo, lo fácil, lo placentero... y nos hace sentirnos bien, emotivo, feliz, porque cumple nuestras inmediatas expectativas de felicidad y placer. Por esos, para dar riendas sueltas a esos sentimientos y emociones placenteras y agradables perseguimos el poder, la riqueza, el tener...

Sin embargo, tenemos la razón que mueve a nuestra voluntad para imponernos a todos estos sentimientos y emociones que nos pueden someter y esclavizar. Los emociones son situaciones que provocan cambios en nuestro interior. Ante sensaciones y sentimientos de frío, de calor, de tristeza, sufrimiento, alegría, placer, apetitos... nuestras reacciones son varias y diversas. Pero siempre deben ser dirigidas a nuestro propio bien aunque nos cueste esfuerzo y renuncia en muchos momentos.

No podemos, aunque sepamos que llegará un día que será el último de nuestra vida, renunciar a la alegría, a los ideales, a la lucha por construir un mundo mejor, a esforzarnos en crecer y perfeccionarnos, a... Aún sabiendo que habrá sufrimientos, dolores, traiciones, decepciones, tragedias, injusticias... la vida nos empuja a buscar la verdad y luchar por el bien. Lo contrario es ir contra nuestro propio sentir y naturaleza.

Y todo eso cobra sentido porque nos apoyamos, sentimos la esperanza, muchos sin reflexionarlo y saberlo o creerlo, de encontrar un mundo justo, en paz, donde todo tenga su justo lugar y su justa correspondencia a lo efectuado en esta vida difícil y contra corriente. La verdad yace dentro de nosotros mismos y, queramos o no, sentimos una fuerza irresistible a buscarla y vivirla.

Si bien, el Maligno, se encarga de que esto no sea así, y la lucha está abierta dentro del propio hombre: la fuerza del mal y del bien, pero nadie puede negar que su inclinación es hacer el bien. Es DIOS, nuestro Creador, que habita dentro de nosotros.

Mañana, 13 de febrero, empieza la campaña de 40 días por la Vida, desde Perú, y les ruego a todos que lean esta reflexión, que se sumen a esta campaña, ver aquí, y que eleven sus oraciones a la Virgen para que interceda, por medio de su HIJO JESUCRISTO, a la Misericordia del PADRE en favor de la vida de esos niños inocentes que mueren asesinados por el egoísmos de las madres y padres que los rechazan.