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jueves, 30 de septiembre de 2010

EDUCAR EN LIBERTAD


Educar no es nada fácil, al contrario, se hace duro y difícil acompañar al educando desde su nacimiento hacia la libertad bien entendida. Porque educar en libertad es educar para hacer el bien, ya que ser libre es estar dirigido a desear lo bueno, lo mejor, lo que ayuda a mejorar y perfeccionar al ser humano.

Lo contrario sería libertinaje, porque es de buen nacido buscar lo bueno y verdadero, y eso no es otra cosa sino hacer el bien. Cuando frente al otro, optamos por enfrentarnos y no ponernos al lado, estamos buscando nuestro propio bien y eso es egoísmo. El bien, tanto el nuestro como el de los demás, estamos obligados a buscarlos juntos, de forma justa y en paz. 

Porque somos seres nacidos para relacionarnos y en relación, pues dependemos unos de otros. Y, queramos o no, estamos condenados a amarnos. Todo lo contrario a ese sentimiento primario, que yace en nuestro interior, nos violenta y no pone a mal con nosotros mismos. Clara evidencia que necesitamos amar y amarnos. Es entonces cuando nos sentimos bien y felices.

Pero, dirigir y conducir al ser humano a este fin, al que está llamado, necesita mucha paciencia y esfuerzo. Nuestro pecado es tomar la puerta ancha, el camino más fácil y cómodo. Suele pasar eso. Lo alumbro con una reflexión tomada de la revista el Santo de este mismo mes de septiembre, firmada por el P. José Martines, Capuchino. Y dice así:

Lo vi en el Parque del Este de Caracas. El Papá y la mamá llevaban a su hijo pequeño entre los dos, asido de las manos. Los brazos de los padres hacían de columpio para el niño que reía. Sentaron al niño  sobre la hierba. En un círculo imaginario colocaron, en torna al hijo, el bolso de la madre, el gorro del padre, la chaquetita del niño y una neverita... Todo equidistante del pequeño.

Al padre se le oyó: ¡Troski! Y un perro pastor alemán se fue al centro donde estaba el niño sentado, queriendo arrancar con sus manecitas hierba del suelo. Los padres se fueron a sentar en un banco sombreado, a unos tres metros donde quedaron niño y perro... Hasta aquí todo normal.

El niño se cansó e intentaba marchar donde estaban los padres. El pastor alemán se lo impedía una y otra vez. No le permitía salir de aquel círculo imaginario. Unas veces le empujaba, otras le mordía el pantalón y lo llevaba de nuevo al centro. Los padres miraban. Vi que el niño se tumbó sobre la hierba llorando. 

El perro sentado frente a él miraba a los padres, después al niño (ignoro si el llanto del niño afectaba al perro). Poco más tarde, el niño se durmió sobre la hierba. El pastor alemán se acostó dejando al niño entre sus cuatro patas, y noté que también él cerraba los ojos como intentando dormirse.

Minutos más tarde la madre tomó al hijo en brazos., El perro llegó donde estaba el padre, y mientras movía la cola, el dueño le pasaba la mano por la cabeza. Los cuatros se fueron. No los perdí de vista hasta que montaron en su coche.

En el bando que había dejado aquel matrimonio, me senté. Sin quererlo seguía viendo en mis ojos o en mi mente la figura de aquel niño a quien un perro amaestrado no le permitía salir de aquel círculo. Casi me molestaba la actitud de los padres, la actitud del perro amaestrado, casi me dolían las lágrimas del niño.

Amaestraron al perro para cuidar de su hijo, para proteger a su hijo y en la misma medida para impedir la libertad del hijo para salir del círculo que le habían marcado. Y la mente, sin quererlo, me mostró las imágenes de otros perros amaestrados para que no permitan salir de su círculo al hombre, aunque llore:
(*) droga, mafia, intereses, dinero, ambientes propiciados y patrocinados por ideologías asentadas en el fugaz poder de turno.

Es triste ver al niño y al hombre que a veces llora, por no poder salir del círculo. Pero preferimos permanecer sentados (como aquellos padres) para ver como los perros amaestrados (*) cumplen con su oficio.

2 comentarios:

  1. Boa noite! Belo post! Segundo Freud educar é uma tarefa impossível.
    Carla Fernanda

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  2. es triste llorar por no poder salir del círculo
    Una historia con una analogia muy bien encontrada a la vez que tremenda
    Gracias.

    ResponderEliminar

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