Hay muchos
momentos en nuestra vida que, quizás, sin darnos cuenta nos metemos en una jaula
– a veces de oro, pero otras veces de podredumbre – arrastrados, ora por
nuestra ambición, ora por nuestra comodidad, soberbia o arrogancia. En el fondo
es nuestra propia vanidad la que cierra nuestros ojos y oscurece nuestra mente.
Ese es el caso que
nos cuenta la película que hoy abordamos: «La jaula de oro - https://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-4803/», la historia de un
reportero que se ve metido, sin pretenderlo, en la alta sociedad y enamorado de
una bella aristócrata, Ann Schuyler que termina por enjaular a Stew Smith
, el reportero aludido.
Hemos sido creados
en libertad, pero, a muchos se nos priva de ese privilegio que nos viene dado
de arriba. Nuestro Padre Dios así nos ha creado, pero, otros dioses más
pequeños y falsos – los hombres – nos la quitan enjaulándonos en jaulas, a
veces de oro y a veces – lo más frecuente – en jaulas de hojalata que nos llevan
a la explotación y miseria.
En la película, a través
de su trama, vamos descubriendo esa realidad que, tanto ayer, como hoy, sucede
en nuestra vida. El mundo seduce; el demonio se encarga de que te dejes
seducir; la carne, tu propia debilidad, se presta a que piques y entres en esa
trampa dejándote seducir. Y sin darte cuenta te ves prisionero de tus propios
vicios; tu voluntad secuestrada y débil, y enjaulado, bien sea en una jaula de
oro o de hojalata. El resultado es el mismo sea una u otra, la privación de tu
libertad, de ser tú mismo y de actuar por iniciativa propia.
El amor se esconde y viste de interés, de beneficio, de provecho. Interesas tú porque satisface mis egos, mis caprichos, mis pasiones, mis gustos ...etc. Pero, en cuanto todo eso se vea alterado por la realidad, por las limitaciones, por el pensamiento, por la libertad, por ser tú mismo, sale a relucir la verdad y el amor descubre su mentira y falsedad. Porque, un amor que no esté apoyado en el desinterés, el la gratuidad o en la renuncia y sacrificio, no se da, sino que exige. Y la exigencia priva tu libertad. Por tanto, ese amor no es libre, querido ni voluntario.
Vamos observando
como se va perdiendo – involución – el respeto a la propia defensa de tu
persona; el respeto a demandar la defensa de tu honor y libertad. Hoy se
publican cosas sin estar fundamentadas en hechos y pruebas objetivas. Cualquier
rumor, se dice, se oye …etc. se publica en la prensa o se oye en los medios
televisivos. Se ha perdido la defensa del honor. E incluso, habiendo pruebas de
delitos, no se toman las pertinentes medidas. De modo que se miente y se
continua en el cargo.
En resumidas
cuentas, experimentamos que caminamos como los cangrejos, para atrás en lugar
de ir para adelante. Es decir, lo lógico sería que hoy hubiese más respeto, más
libertad, más derecho a la vida, al honor, a la verdad y, en correspondencia
más aversión a la mentira, al delito y a lo falso. Sin lugar a duda, el buen
cine nos enseña y recuerda donde estamos.
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