La
cosa es más sencilla, pero no por eso fácil. Al contrario, diría, no solo
difícil, sino imposible si te enfrentas tú mismo. ¡La solución!, amar. Amar
como Cristo nos amó y nos ama. De ahí la importancia de invitarlo a tu
matrimonio y de pedirle que los acompañe en el recorrido de su vida juntos.
Manuel se detuvo y mirando a Pedro, le
dijo,
—¿Te vas dando cuenta? Jesús es la
solución, porque Él es el modelo de cómo amar. Pero, lo más grande e
importante, que no solo es un modelo para que te fijes en Él, sino que Él
camina con los dos y les ayuda a entenderse, a perdonarse, a perseverar, a
comprenderse, a humillarse el uno al otro, a verdaderamente amarse en las
diferencias, en las singularidades, en las apetencias, en los defectos, en los
errores, en…etc. Y, por supuesto, las tempestades amainarán, se irán calmando y
la unidad, aunque tensa y resentida, se mantendrá unida. Porque, es Cristo
quien nos une.
—¿Y cómo se sucede eso? —susurró Pedro
algo desorientado, confundido y sintiéndose impotente ante tal reto.
—Abriéndose a su Gracia, pidiéndoselo
y dejándose llenar de su amor y de su ternura. Mirándole y escuchando su
Palabra y, sobre todo, alimentándose de su Cuerpo y Sangre. Creyendo en su
presencia – fe – y compartiendo sus problemas con Él.
Manuel, como si estuviese iluminado e
impulsado por el Espíritu Santo continuó hablando sobre el matrimonio.
—Él está, Pedro, ¿acaso no lo ves?
¿Está a tu lado? Y fiel a su amor responderá siempre a sus llamadas, sobre todo
si la hacen los dos. Porque, el conflicto es de los dos y a los dos les cuesta
poner remedio. Soportarlo uno solo rosaría el martirio, aunque en muchas
ocasiones surge efecto al darse cuenta el otro de su negatividad y
aprovechamiento.
Esa es la razón por la que la
diferencia entre un matrimonio civil, simplemente civil, y el matrimonio civil,
pero celebrado en el Sacramento del matrimonio, tiene gran diferencia e
importancia. El primero es cosa que queda entre los cónyuges, y el segundo,
aparte de que están los cónyuges, libres como en el primero, tiene el auxilio
del Señor porque ha sido invitado Y ese auxilio es infinitamente incomparable a
nada. Es el Señor que lo puede todo, que transforma tu corazón y que, si te
abres a su Gracia, te llena de gozo, de paz y de amor, tal y como te ama Él.
Darse cuenta de esto conlleva un gran
esfuerzo y, sobre todo, confianza. Confianza, y, por supuesto, fe. Fe en Aquel
que sabes y crees que te pueda dar eso que buscas., pero que al mismo tiempo te
exige renuncias y esfuerzo contrarios a tus apetencias y egoísmos. Y eso se
hace duro y exige mucha fe. Esa fe que solo Dios te puede dar cuando tus
esfuerzos son sinceros y están ahí. Puedes engañar a los hombres, pero nunca a
Dios. Y Él sabe cómo y cuándo te conviene llenar tu corazón de ese don de la
fe.
—Indudablemente que es una gran experiencia y que hay que buscarla y experimentarla. Y eso exige búsqueda, perseverancia y, por supuesto, fe, interrumpió Pedro.
—Sí, ¡no una gran experiencia, sino la
Gran experiencia! ¡No hay otra que pueda llenar de pleno gozo el corazón
humano! Pero ¡claro!, hay que buscarlo, tener paciencia, perseverancia y
esperanza. ¡Dios no te falla si tú confías en Él!
Manuel hablaba con entusiasmo y,
parecía, como inspirado.
—La familia es de vital importancia.
Jesús nació en una familia y la familia representa la célula de la sociedad.
Todo está contenido en la familia. Luego, los programas y las políticas deben
estar centrados en la familia. ¿Y qué ocurre?
—Todo lo contrario ─se apresuró Pedro
a responder─. Al menos eso es lo que yo aprecio. Las políticas se empeñan en
destruirlas más que a fortalecerlas. Y es algo tan claro, porque si la célula
de la sociedad funciona, la sociedad funciona, ¿no es así?
Miró a Manuel.
—Evidentemente —siguió Manuel. La familia es el lugar donde el amor se hace presente. Los hijos demandan amor desde su concepción en el vientre de sus madres. Siendo los más débiles e indefensos, son los que más amor reciben. ¡Cosa curiosa!, pues, siendo seres que no dan nada ni producen nada, son en esos momentos de sus vidas plenamente vulnerables, y, sin embargo, centros de la familia y los que realmente mandan. Porque, todo se centran en ellos y todos está pendientes de ellos: Chiiisss, ¡cuidado que el niño está durmiendo! ¡No dejen al niño solo!… ¿Cómo está el niño? …etc.
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