La familia es un lugar privilegiado. Privilegiado porque en ese espacio fraterno tienes la oportunidad de amar, y también ser amado. Pero, sobre todo, amar. Amar dándote a los demás miembros en cuerpo y alma.
La familia es el lugar donde tienes las mejores oportunidades para escuchar al otro; para atender al más débil, al más necesitado; para ser generoso con el más perezoso y egoísta; para visitar al que, quizás, necesita de ti; para agradecer a los padres que te han dado, por la Gracia de Dios, la oportunidad de nacer, y que te han acompañado hasta alcanzar el completo desarrollo adulto. La familia es un lugar maravilloso, al menos así debería ser tal y como Dios lo ha pensado, porque es el rincón donde el amor es el nexo de unión entre todos.
La familia es el mejor rincón donde eres escuchado, atendido, servido, curado, acogido, querido y evangelizado. Porque la familia es el lugar donde el amor corre como torrente de agua fresca que limpia y purifica. Al menos así debe ser la familia, porque así la ha pensado nuestro Padre Dios.
Por eso la bendice y se hace presente el Espíritu de Dios a través del santo sacramento del matrimonio. En Él podemos alcanzar todos esos privilegios que nos acercan y nos ofrecen la posibilidad de salvación.
Porque Dios te ha puesto en una familia para salvarte. El mientras fue Niño vivió también en una familia.
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