¿Me pregunto qué es lo que te digo y lo que acuerdo contigo, Señor? Porque tengo la impresión que el que habla y se responde soy yo mismo. Supongo que un diálogo es cosa de dos, ¿no? Y no de uno sólo. En este caso, entre Tú, Señor, y yo. ¡Y qué diferencia Infinta de Ti, Señor, a mí!
¿Cómo se me ocurre hablar a mí ante tu Grandeza e Inmensidad? Es para estar loco, y seguramente, cuando me atrevo a hablar contigo de esa forma es porque lo estoy. Porque me corresponde a mí permanecer callado, expectante, vigilante, atento y a la escucha. Y porque cada conversación contigo, Señor, tendrá que ser hermosa, plena de gozo y paz. La estropeo cuando me empeño en hablar yo sólo.
¿Y qué resultados concluyo después de hablar Contigo? ¿Sigue mi vida igual? ¿Experimento más caridad, más compromiso, más paz? Porque si mi corazón no experimenta cambios a mejor, es que sigo hablando mucho y mal, y poco te escucho. ¡Oh, Señor, dame la sabiduría y la capacidad de abrir mis oídos, agudizar mi vista y ablandar mi corazón para ser más, cada día, parecido a Ti y menos a mí. Amén.
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