Después decimos que los demás son tontos porque no hacen lo que yo haría o querría que hiciesen y nos creemos en posesión de una verdad absoluta. |
Ocurre casi siempre que, el hombre y la mujer, nos empeñamos en defender nuestra verdad. A través de nuestras propias experiencias y también nuestra forma de entender y darle forma a la vida, sellamos en nuestra mente la impronta de nuestros propios criterios frente a los criterios de los demás.
Olvidamos que mi verdad no es la Verdad. Olvidamos que la Verdad Absoluta no se encuentra ni siquiera en todos, sino que es exclusiva de Dios. Las consecuencias del pecado es olvidar esa Verdad y tratar de caminar por el mundo con mi verdad. Eso nos aleja y rompe nuestra amistad con Dios, porque ya no se trata, eso creemos, de escuchar y oír lo que Dios nos dice, ni siquiera a través de otras personas y menos de su mismo Espíritu.
Pecamos y rompemos con Dios y seguimos nuestro camino según nuestros propios criterios y verdades. Así creamos un mundo injusto, mentiroso, explotador, de desconfianza, de luchas, batallas y guerras que incluso llegan al extremo de muerte. Un mundo donde todos creemos tener la verdad y, paradójicamente, mentimos para mantener lo que llamamos nuestra verdad.
Y mientras no descubramos que la Verdad, la única Verdad está en Dios nuestro Padre, y en Él y a través de su Espíritu, abiertos a su acción, podemos encontrar el verdadero camino, seguiremos perdidos y camino de muerte.
Es posible que no nos demos cuenta, pues nuestra soberbia nos lo impide. Necesitamos ser humildes y experimentar que sólo la sabiduría de Dios nos puede salvar.
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