Nos cuesta aprender, pero sobre todo aplicar esa sabiduría a nuestra vida. Sabemos muchas cosas por experiencias vividas, y otras porque nos han sido trasmitidas, pero aplicarlas y practicarlas cuesta sangre y sudor y una buena dosis de disciplina.
Aparte de someter la voluntad y disciplinarla, chocamos con la soberbia y la suficiencia y nos complicamos con la curiosidad, comodidad, pereza, facilidad, inmediatez, desesperación...etc. Todo eso va formando un volcán en nuestro corazón que explota y se lanza a la aventura, al riesgo, al peligro, al abandono o a la fatalidad.
Este vídeo representa, al menos a mí me sugiere, todo esto. Por un lado, la dificultad de volverse atrás; por otro lado, la inmediatez de acabar rápido y no complicarnos con el esfuerzo de dominarse y esperar. Siguen sumándose factores que oscurecen más la mente y nublan el conocimiento, como por ejemplo, la razón de ganar yo, y saber o ser más que tú; el afán de vencer, de victoria, de medir la inteligencia por victorias o aciertos...etc. Seguro que a cada uno le sugieres nuevas actitudes y lecciones.
Sin embargo, no aprendemos, y volvemos a saltar encima del cocodrilo, que momentos antes dudábamos de que fuese tronco o cocodrilo. La astucia y paciencia del mal vence a la prudencia y desesperación de los que no entienden que el camino necesita paradas y reflexiones.
Quizás una buena reflexión, una prudente meditación o un silencio en escucha, puede ayudarnos a descubrir quiénes somos y a dónde vamos.
De lo contrario puede ocurrirnos que sea tarde cuando tomemos conciencia de que ya no hay remedio.
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