Un sólo corazón y un sólo espíritu
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Es a lo que nos referimos cuando notamos algo resaltable en las actitudes de alguna persona. Decimos: "Tiene un espíritu fuerte, decidido... o tiene un gran corazón". Y es que dentro del cada hombre, en su interior se encuentra lo más importante, lo que lo define y lo caracteriza, su espíritu y su corazón.
Porque del corazón salen todas las impurezas o purezas que el hombre fabrica, y su medida de amor se palpa desde dentro, desde lo que elabora su corazón. Y también, por su espíritu se vislumbra su humildad, su pobreza y su sinceridad. El hombre de espíritu pobre tiene su raíz en su espíritu, valga la redundancia, interior. Desde ahí enhebra todos sus actos y los conduces con sabiduría y caridad.
Porque el hombre sabio, pobre de espíritu y humilde es aquel que toma conciencia de que tiene mucho que aprender, y que sus conocimientos no dan para mucho. En otras palabras, sabe que no sabe. Sin embargo, el necio e ignorante es aquel que no se entera de que no sabe nada. Es ahí donde radica la pobreza espiritual.
No se trata de ser apocado, timorato o acomplejado; no se trata de moverse tímidamente, no levantar la voz o sentir miedo por todas partes. El pobre de espíritu es el hombre que sabe que su vida está en Manos de Dios, y que sus pasos serán sabios y acertados si camina en el Espíritu Santo y tras las huellas de Jesús. Es ese el verdadero pobre de espíritu.
De tal forma, que aquel que sigue ese camino de pobreza espiritual y atiende a los impulsos bondadosos de su corazón según la Ley de Dios, es el hombre que camina por el buen camino y en la senda de la verdad.
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