De la misma forma que Dios nos hizo libres, libres hasta para rechazarlo. De la misma manera nos permite hacer el bien o el mal. Todos somos responsables de las guerras, de los abortos, enfermedades, accidentes, crímenes, muertes, cambios climáticos...etc. Porque la enfermedad entró en la Creación por nuestra soberbia y suficiencia., pues hemos sido pensados eternamente.
Sentimos que eramos capaces de administrarnos por nuestra cuenta, y dejamos plantado al Creador. No creímos en su promesa de amor y felicidad, y pensamos que nosotros podríamos satisfacernos solos. Y emprendimos nuestro propio proyecto. ¿Qué pasó? Que en su Misericordia el Señor nos ha regalado la muerte para, tener la oportunidad de empezar de nuevo a una nueva vida, la que teníamos antes de perderla por el pecado.
Pero, claro, necesitamos redimirnos, bueno, no, porque ya lo estamos en su Hijo Jesús, pero si necesitamos hacer y vivir lo que Jesús nos dice, y eso es simplemente "Amar". Por lo tanto, lo que va a decidir nuestra eternidad gozosa es nuestra cuenta de amor.
Una cuenta de amor cuyos intereses serán gratuitos y puestos al servicio de los demás. De los que más los necesiten. Eso es todo, pero tan sencillo de entender y muy difícil de llevar a la práctica. Tanto es así que muchos están en la puerta sin decidirse a entrar por el mal testimonio que los que están dentro les dan.
Dios mío, ayúdanos a ser lámparas que alumbren el camino y señalen la entrada a aquellos que se quedan en la puerta porque nuestras turbias lámparas no les dejan ver. Queremos hacerlo, Señor, pero nos fallan las fuerzas. Estamos apegados a este mundo que nos arrastra y nos debilita. Danos la paciencia para mantener la fe firme, asidos al Espíritu Santo y, a pesar de nuestras caídas y deshonras no permitas que nos perdamos.
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