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viernes, 7 de enero de 2011

TRATANDO DE PONER LAS COSAS EN SU SITIO.

La vicecoordinadora y portavoz electoral del PSOE, Elena Valenciano.


Cuando hablamos de familia, hablamos de un padre y una madre. Un padre y una madre que, comprometidos responsablemente y libremente, deciden emprender una vida juntos guardándose fidelidad, respeto, ayuda, servicio, entrega y amor, porque amar significa e incluye todo lo anterior. Y esta forma de entender la familia es la de siempre y la única, porque no entenderla así será otra cosa pero no una familia.

Un piedra, lanzada al espacio, regresa, por la ley de la gravedad, de arriba hacia abajo, y empeñarse que lo haga de otra forma será contrario a su propia naturaleza e ir contra natura. Lo mismo podemos afirmar en la familia. Tratar de establecer otros vínculos matrimoniales fuera del propio, hombre y mujer, será otra cosa, pero nunca una familia y menos un matrimonio. Los empeñados en darle otro significado a la familia,  y por deducción, al matrimonio, deberían agudizar el ingenio y buscar otras formas y nombres para designar nuevos tipos de relaciones que ellos quieran establecer y formar, porque lo que la naturaleza nos ha dado se llama familia y, matrimonio, lo que la Iglesia ha establecido como la unión de un hombre y una mujer.

Otro tipo de uniones, hombres con hombres; mujeres con mujeres, cambio de hombre o de mujer, vivir juntos...etc., deben tener otros nombres pero nunca apropiarse el que la Iglesia ha constituido como familia matrimonial. Porque no es la Iglesia misógina sino aquellos que quieren sacarla de su propia vocación e ir contra el verdadero papel que cada miembro tiene en la unión conyugal. Quizás habría que buscar esa misóginia en los movimientos feministas propios que, queriendo ser como hombres, van caminos de terminar como mujeres y la especie humana. No hemos avanzado mucho, pues estamos todavía con la manzana en la mano ofrecida al hombre para ser como dioses.

Y no estamos faltando al respeto, ni juzgando lo que cada cual haga, sólo proclamando la ley natural y la verdad de la vida, porque por otros caminos no se ve luz y siempre se temina mal. Pero respetando el camino que cada cual quiera tomar. De hecho así es, muchos toman el camino que ellos creen y nadie les dice nada. Nosotros decimos el camino que creemos mejor para todos, pero cada uno está en su derecho de aceptarlo o no. Desde siempre ha sido así porque el hombre es libre para determinar lo que quiere hacer.

Pues si de ser responsable se trata, el hombre y la mujer tiene el deber, así como el hijo el derecho, de acompañar a sus hijos en su desarrollo de estatura, crecimiento físico e intelectual, en sabiduría y formación completa. Esto, me atrevería a decir, debería estar garantizado y exigido por un gobierno que se precie de cuidar y proteger a su pueblo. Y eso supone, es evidente, garantizar la estabilidad familiar, libre y responsable, para formar a su vez a hombres libres y responsables.

Esa es la verdad y no se puede cambiar. Y, prueba de ello es que la Iglesia defiende y proclama la verdad, manifiesta y defiende a la familia. Y dentro de la familia, cada cónyuge tiene una misión y un papel que desempeñar. La madre, cuna y habitáculo del nuevo ser nacido del amor y responsabilidad del ente matrimonial, es la receptora de todo el afecto, de todo el cariño, de todo el amoroso cuidado que el niño demanda. Porque es su casa, porque es su vida, porque está íntimamente unida a ella por el cordón umbilical.

El hombre, posteriormente, sin excluirle de toda la atención, cuidados y dedicación, tanto a la esposa y madre, como al hijo o hija, tiene el papel de proveer, de alimentar, de proteger a la unidad familiar con su vigor y fortaleza. Estas responsabilidades descubren que la estabilidad matrimonial y familiar debe ser duradera y permanente, para que la prole pueda crecer en virtud y perfección. Y el verdadero amor es el que es capaz de soportar, permanecer, sacrificarse, entregarse, ser santo y seña, guía y bastón, fiel y permanente, en las flaquezas, en las penas, sufrimientos, alegrías y satisfacciones del ámbito familiar y matrimonial. Es para toda la vida hasta que la muerte les separe.

Todo esto presupone que la elección responsable, seria y libre debe ser bien tomada, con el tiempo y la preparación debida, con el diálogo responsable y sereno, para que la casa esté bien simentada y apoyada. Y hacer las cosas de otra forma no es serio ni tiene fundamento ninguno. Es hacer las cosas como quiero y como me da la gana, y llamar a los demás misóginos, enfermos, retrógrados y todo lo que venga en gana. Pero la verdad está ahí y cuando con seriedad y responsabilidad nos sentamos a contarnos las cosas en verdad, todo queda al descubierto.

Por lo tanto, señora Elena Valenciano, usted sabe dónde está la verdad y todo lo que diga desvirtuándola es mentira y es una forma de autoengañarse. La verdad saldrá a relucir tarde o temprano, porque no se puede esconder, aunque haya que pagar, y nosotros también, los errores cometidos. De eso nadie nos libramos, Ya hubo Alguien que pagó por nosotros, y también nosotros pagaremos lo que hagamos mal y por lo que otros hagan mal, pero al final lo que permanezcamos en la verdad seremos libres. Así que, aunque preocupados, no nos vamos a desesperar ni a enfrentar. Eso sí, lucharemos, levantaremos la voz, diremos lo que tengamos que decir, pero no faltaremos al amor. Y, simplemente, quien quiera entender que entienda.

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