... medida de nuestros diezmos y ofrendas no dicta la... |
Iba caminando y durante el camino mi mente va y viene discerniendo todo lo que le entra por los ojos y por la experiencia de lo vivido en el momento. Había ido a comprar pan, un pan especial hecho con levadura madre, y en el regreso, de repente, mi mente fue asaltado con el pensamiento de desprenderme del pan comprado ante la petición de un indigente que me lo pidiera.
Experimenté que no estaba tan dispuesto a entregarlo, pues era el pan para el fin de semana y no se encuentra a la vuelta de la esquina, pues he de ir a buscarlo a un sitio determinado porque no se encuentra en todas partes. Pensé en la multiplicación de los panes y peces y observé que el joven de los cincos panes y peces podría haber pensado lo mismo.
Mi fe descubrió su medida y su entrega. No estaba seguro de responder y me dije: ¡Cuanto camino me queda por recorrer! Pero lo importante es darte cuenta, ¡conocerte!, de como está tu disponibilidad, hasta donde llega tu desprendimiento y a qué estás dispuesto. Inmediatamente te das cuenta de donde te encuentras y de que necesitas mucha Gracia y fuerzas para poder remontar tus propios apegos.
En breves segundos experimentas una debilidad de vencido, de bajar los brazos, de levantar la mirada en plan de protesta y, con rebeldía, clamar porque no puede ser, porque es imposible, porque no se puede. Pero, aguantada esa tempestad y abandonado en ESPÍRITU, renace la esperanza de que en, con y por ÉL todo se puede.
Poco a poco renace tu fe y la esperanza de que todo llegará en el SEÑOR, porque de ÉL nos viene todo y en ÉL encontraremos la fortaleza y sabiduría para entregarnos totalmente. Podríamos decir, junto con el leproso, ¡SEÑOR, si tu quieres puedes hacer que venza mis apegos y egoísmos! Y la única condición es que tú quieras y te entregue con esperanza y paciencia, porque querer es creer y creer es esperar, confiar y mantenerte firme hasta que llegue lo esperado.
Podemos ser santos porque hemos sido creados para eso. No como nosotros queremos, pero si los santo que quiere DIOS que seamos. Cada cual tiene sus talentos y su misión, y en eso consiste ser santo, hacer y cumplir la misión que DIOS quiere de ti.
Ahora, con la noticia de la beatificación de Juan Pablo II, vibramos de alegría y nos congratulamos gozosamente en la esperanza de que todos podemos aspirar a la santidad. Y no pensarlo y desearlo significa no tener fe, o tenerla en una medida muy mediocre e instalada. La fe es la aspiración a ser santo por la Gracia de DIOS y no desear eso es desconfiar de, en ÉL, poder lograrlo.
Pero, no perdamos de vista, que ser santo no es hacer grandes prodigios ni heroicas hazañas, sino simplemente cumplir la Voluntad del PADRE, como hizo José y la humilde y sencilla María. Todo lo demás que pueda acontecer es ya cosa de la Gracia de DIOS.
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