Lo más frecuente, por no decir siempre, buscamos soluciones fuera de nosotros mismos. Las causas de todos nuestros problemas y preocupaciones están en los otros y en su comportamiento y actitudes. Sí, dejamos alguna cosita para nosotros, pero lo fundamental está en el otro.
Todo conflicto está marcado por alguna disputa o diferencia sobre algo determinado. Uno lo ve de una forma y otro lo ve de otra. A veces, los dos lo ven de la misma forma, pero, hay que distinguirse y sobresalir por encima del otro, y agregamos o quitamos alguna tontería para que permanezca nuestra opinión y nuestro saber.
En otras circunstancias, las diferencias viene por el egoísmo de tener esto antes que el otro, o por el derecho a creer que nos pertenece y no al otro. Por el otro lado ocurre lo mismo, y el conflicto ya está servido para los pacientes abogados que aguardan la llamada en la puerta.
La soberbia, el poseer, no sólo bienes, sino al otro; las riquezas, las comodidades y la forma de entender la vida prevalecen ante el otro y la lucha se cierne en él o yo. Son mis gustos, mis preferencias, mis vanidades, mis apetencias, mis egoísmos los que mandan en mí, y de rebote también en el otro.
Los conflictos no tienen otros orígenes sino esos, y las consecuencias que se derivan de ellos son innumerables y de todo tipo como se tipifican en el código penal. Y algunos, por su diversas y circunstancias, no llegan a ser recogidos. En el fondo de todos ellos subyace una sola cosa: la soberbia contra la humildad, porque si fuésemos capaz de abajarnos y hacernos humilde, todo sería distinto y los conflictos brillarían por su ausencia.
Todo conflicto está marcado por alguna disputa o diferencia sobre algo determinado. Uno lo ve de una forma y otro lo ve de otra. A veces, los dos lo ven de la misma forma, pero, hay que distinguirse y sobresalir por encima del otro, y agregamos o quitamos alguna tontería para que permanezca nuestra opinión y nuestro saber.
En otras circunstancias, las diferencias viene por el egoísmo de tener esto antes que el otro, o por el derecho a creer que nos pertenece y no al otro. Por el otro lado ocurre lo mismo, y el conflicto ya está servido para los pacientes abogados que aguardan la llamada en la puerta.
La soberbia, el poseer, no sólo bienes, sino al otro; las riquezas, las comodidades y la forma de entender la vida prevalecen ante el otro y la lucha se cierne en él o yo. Son mis gustos, mis preferencias, mis vanidades, mis apetencias, mis egoísmos los que mandan en mí, y de rebote también en el otro.
Los conflictos no tienen otros orígenes sino esos, y las consecuencias que se derivan de ellos son innumerables y de todo tipo como se tipifican en el código penal. Y algunos, por su diversas y circunstancias, no llegan a ser recogidos. En el fondo de todos ellos subyace una sola cosa: la soberbia contra la humildad, porque si fuésemos capaz de abajarnos y hacernos humilde, todo sería distinto y los conflictos brillarían por su ausencia.
Es un consuelo pensar que hasta los más graves conflictos, pueden solucionarse recurriendo a la caridad. Ojalá sepamos actuar en consecuencia y no permitir que haya siempre barreras entre nosotros. Un abrazo, Salvador!
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