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domingo, 9 de septiembre de 2012

SER POBRE PARA SER NECESITADO...

 - YO NO NACI PARA SER POBRE, NI VOS... NI NADIE!
no significa tener o no tener. Ser pobre es estar en disponibilidad de recibir. Porque no es fácil ser receptor. Nos cuesta dejarnos ayudar porque nuestra soberbia no acepta la pobreza. Ser pobre implica estar necesitado, no precisamente de ayuda material, que también sí, sino de aprender, de ser alumbrado, guiado, aconsejado, llevado...

Ser pobre es reconocerse pequeño y limitado, y en consecuencia necesitado de Aquel que da respuesta a todas nuestras necesidades. Pero no es fácil sentirse pobre. Es más, diría que nadie, aunque hablamos mucho y proclamamos que los pobres son lo preferidos de Jesús, quiere ser pobre.

Entendemos la pobreza, aunque sabemos que no, más en sentido material que espiritual, y la crisis actual es más espiritual que material. Nos cuidamos de las necesidades materiales y descuidamos las espirituales. Ser pobre es un concepto que debemos reflexionar profundamente e interpelarnos en ese sentido.

No es pasar hambre, dificultades y necesidades. No poder educarse, estudiar y vivir dignamente. Eso no es ser pobre sino desgraciado. Jesús viene precisamente para salvar a los pobres, pero no solo de vivir mal sino de la soberbia de pensar que con el dinero y lo demás todo está arreglado. Precisamente si compartieramos un poco mejor los bienes, todo sería distinto.

Pero la pobreza de la que hablamos o queremos reflexionar va en otro camino, porque precisamente ser pobre no consiste en tener o no tener. Porque desgraciado aquel que no aspire a ser pobre y no se sienta pobre. Eso significaría tener cerrada la puerta de acceso a la Vida de la Gracia. Se hace necesario aceptar la pobreza, sobre todo espiritual, que nos permita ajustarnos a poder entrar por el camino angosto, porque por el ancho y espacioso lo tenemos más fácil.

Pero esta realidad no debe angustiarnos. Primero porque Jesús lo sabe, sabe que eso nos va a costar mucho, y si Él nos lo ha propuesto así, nosotros debemos confiar que, con su Gracia, podemos hacerlo. Y su Gracia está garantizada. Él nos la ha dado gratuitamente en nuestro Bautismo.

Este razonar nos debe animar a continuar la marcha, la marcha dentro de la Iglesia, la marcha en torno a la Eucaristía, punto de encuentro de todos los sacramentos, y actitud confiada de llenarnos de paciencia porque sabemos que Él está ahí y nos escucha, y actuará cuando lo crea conveniente. 

Es nuestro Padre, nos ha entregado su Hijo hasta el extremo de morir por nosotros, y eso no se hace para nada. Él tiene más interés que nosotros en hacernos sus hijos eternos, gloriosos para que vivamos en su presencia en plena dicha y felicidad. Amén.

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