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martes, 22 de mayo de 2012

NECESITAS PERDER PARA APRECIAR EL GANAR

-vendió su primogenitura por un plato de lentejas-

Sí, ocurre sin darnos cuenta que las cosas que nos acompañan toda la vida pierden su verdadero valor al tenerla al alcance de la mano. Un vaso de agua puede oscilar en tener un valor casi incalculable, incluso valer una vida, a no valer nada en situaciones de abundancia.

Las cosas, experimentamos, dependen del lugar, del momento, de la demanda, de muchos factores que hacen que su valor crezca o disminuya. Sin embargo, cuando vivimos en nuestras propias carnes una necesidad o exclusión, despertamos a experimentar el valor de eso que necesitamos o excluimos.

Así, Esaú vendió a su hermano José su primogenitura por un plato de lentejas, o, por un vaso de agua, cuando has estado un tiempo sin beber, pagas su valor duplicado. Las cosas se advierten cuando se extrañan o faltan. Pero, observamos que esas vivencias ocurridas por aventuras, distracción, accidentes o ambiciones nos hacen, aun no siendo queridas, mejor y nos ayudan a crecer como personas.

El riesgo de perder una cosa que valoramos nos hace observar más cuidado con ella. El riesgo de poner en peligro nuestra vida nos hace andar con más cuidado. La experiencia de haber vivido momentos trágicos y extremos hasta el punto de experimentarnos cerca de la muerte, nos hace reflexionar y meditar sobre esos interrogantes que la propia vida nos plantea.

Cuando algo nos falta sube nuestra consideración y estima a eso que nos falta. Nos sentimos privilegiados por poseerlo y nos alegramos el tenerlo. Hasta entonces pasaba desapercibido, no lo teníamos en cuenta, pero ahora su presencia es muy estimada y valorada.

Por eso, un verdadero encuentro pasa por una experiencia vital. Porque lo que no se conoce no se desea ni se extraña. Nunca se puede advertir. Más lo conocido se advierte y se extraña cuando se pierde. Por eso, la experiencia de Dios nace de un verdadero encuentro con Jesús, que nos habla del Padre y nos lleva a Él. Y conocido el Padre, no se puede vivir sin Él.

Desde esa experiencia de vida, el dolor, el sufrimiento, las carencias, la adversidad como la alegría, todo tiene sentido. De todo se saca hermosas lecciones. En todas se encuentra la felicidad y el gozo, porque la vivencia, positiva o negativa aparente, nos lleva irremediablemente al encuentro con la Voluntad del Padre, y en Él se esconden el gozo y la felicidad eterna que buscamos.

Verdaderamente, por la Gracia de Dios, todo tiene sentido en la vida, y vale la pena vivirlo desde Jesús e injertado en Él. Así, el relacionarnos con Él en todo momento cobra verdadero sentido y necesidad.

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