—Hola Pedro, buenos días, tómate un café.
—Gracias, vamos al sitio de costumbre.
—De acuerdo. Quisiera preguntarte sobre lo que tú sabes de la historia de España. ¿Recuerdas qué estudiamos en nuestro tiempo?
—En aquella época, tal como se vivía, no me di cuenta de nada. Indudablemente, la historia de España estaba muy escondida. Yo no recuerdo ver ni oír lo que realmente pasó. Y, te digo una cosa, hoy pasa algo muy parecido, aunque en sentido contrario. Los que están hoy también esconden lo que realmente pasó y solo sacan a relucir lo que les favorece.
—¿Y crees que eso es forma de contar la historia? Alegó Manuel.
—Indudablemente que no. Todo eso no hace sino perjudicar a las nuevas generaciones. La historia se debe conocer tal y como sucedió, y cada gobierno partido, bando o cada protagonista asumir sus pecados y su virtudes. La historia es ese espacio de tiempo donde se producen acontecimientos, tantos positivos como negativos. Tanto buenos como malos, y todos debe ser contados con fidedigna realidad. No hacerlo es ser irresponsable y buscar intereses partidistas que, a la larga, perjudican a todos y, sobre todo, a la historia de ese país.
─Es triste ─dijo Manuel─ crecer sin saber tu propia historia. Quizás, hoy se está pagando todo ese desconocimiento de lo que sucedió y de los pasos que se han dado hasta llegar al momento importantísimo de la transición y al que estamos viviendo ahora.
Tener que recurrir a los historiadores ─continuó Manuel─. ¡Y con mucho cuidado!, porque, según quien sea, dejará sus preferencias y ocultará sus miedos y verdades! Es decir, contará solo lo que de la verdad le conviene y ocultará lo que no le conviene, aunque sea verdad. Incluso muchas verdades vestirán de mentira para volverlas a sus intereses.
—¡Hombre, siempre tendrás que recurrir a la historia contada por los historiadores!, susurró Pedro.
Sí —respondió Manuel— pero, me refiero que a nosotros nos ha tocado hacerlo fuera de nuestro tiempo de estudios, e, incluso ahora, tendremos que seleccionar bien lo que leemos y a quién leemos.
—¡Es verdad! —replicó Pedro—. La historia, por lo menos la de la segunda república ─1931- 1939─ no nos ha llegado con claridad. La verdad ha estado oculta según quien la cuenta. Si la derecha, oculta sus pecados; si la izquierda, más de lo mismo, oculta los suyos. Y el pueblo vive en la confusión y orientado según quien le cuenta la historia.
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