He oído muchas sentencias de personas que sólo obedecen a sus sentimientos: "No voy a misa porque no lo siento", manifiestan muchos; otros proclaman que sólo rezan cuando tienen ganas de hacerlo, y, finalmente, otros afirman que van a misa, como a cualquier otro sitio, cuando sienten deseos de ir. Resumiendo, podemos decir que se hacen las cosas cuando la sentimos y las deseamos.
Si así entendemos que deben ser las cosas, yo pregunto: ¿Por qué trabajamos cuando no tenemos ganas de trabajar?; ¿por qué nos levantamos a determinada hora cuando nos apetece continuar más rato en la cama? ¿Por qué quiero esto a pesar de que sé que me va a complicar la vida? Y podrían repetirse "muchos "por qué" como los de el famoso Mouriño.
La vida está salpicada de muchos "por qué", pero eso no significa que, entendamos o no el por qué de muchas cosas, las dejemos de hacer o la hagamos. Hay una cosa que nos puede ayudar a clarificar y discernir cual debe ser nuestra actitud. Y es que las cosas deben hacerse en función del bien que representan y para el bien de los demás. De tal forma que, cuando hago algo debo discernir si eso es bueno para el otro, aunque eso represente un esfuerzo y un sacrificio. Porque todos queremos hacer el bien, y desaprobamos el mal. ¿O es qué alguien aprueba lo ocurrido hace horas en Noruega? Todos sabemos lo que está bien o mal, a pesar de querer ocultarlo o disimularlo muchas veces.
Y para poder hacerlo y elegirlo tengo mi voluntad, y mi libertad. Porque lo que mi conciencia distingue como malo y perjudicial para los otros, debe ser rechazado por mi libertad y retirado por mi voluntad. Por todo ello, mis sentimientos deben ser dirigidos y controlados por mi conciencia utilizando mi voluntad y libertad. Porque en mi conciencia está el deseo de hacer lo bueno sobre lo malo, pero, a pesar de esto, hay una lucha para la que tenemos las armas de la voluntad y libertad con las que vencer.
De tal forma que, a pesar de no sentir ganas ni deseos de estar delante del SEÑOR en oración, lo hago. Lo hago porque es lo mejor que puedo hacer para mi bien, pues el SEÑOR es el Bien más grande al que quiero llegar y mi máximo Ideal: "La Vida de la GRACIA".
Por mucho que me empeñe y me esfuerce, sólo la Gracia del SEÑOR es la que me hará sentir y sintonizar con ÉL. Y lo hará cuando ÉL quiera y como quiera. Yo sólo sé que debo estar ahí, fiel como un perro con su amo, pendiente de que, por su Gracia, sienta lo que anhelo sentir. Por eso, no entiendo a muchas personas cuando tratan de hacer las cosas según las sienten; cuando tratan de hacer las cosas según les parece y su relación con el SEÑOR la dirigen ellos.
Ellos deciden cuando, a quien y cómo hay que actuar y a quien hay que obedecer y amar. Ellos deciden como orar, con qué frecuencia y dónde. Ellos planifican su propio plan y de acuerdo con sus gustos, apetencias y deseos. ¿Les parece eso correcto? Si fuese su plan de salvación creo que sí, pero siendo el de otro eso sería hacer lo que te da la gana.
Si el SEÑOR nos ha ofrecido un plan de salvación, ¿cómo te atreves tú a proponer el tuyo? ¿Acaso tú puedes salvarte? A menos que pensemos un poco, en seria reflexión, buscando la verdad y no mi verdad, encontraremos el camino verdadero por donde debemos caminar. Creo que la verdad se hace diáfana y nos permite ver la luz del camino.
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