Nos preguntamos que pasa con la evangelización. ¿Por qué la gente no responde y adopta cierta indiferencia a la proclamación del Mensaje? Y no encontramos respuestas. Buscamos nuevas formas o maneras de presentar la Buena Noticia, pero al parecer los resultados no cambian.
Incluso se habla de nueva evangelización y se hacen esfuerzos en todas direcciones. Supongo que todo eso es bueno y siempre hay que preguntarse y renovarse en aras de conseguir mejor formación y preparación. Sin embargo, creo que lo importante y fundamental es vivir lo que se cree y predica. Nunca digas algo que tú no vives o, al menos, intentas esforzarte en vivir, porque eso no se transmite y se nota.
El testimonio, si cala, porque muchos cierran su corazón, es porque viene desde la verdad y se nota que se vive. Y la verdad siempre sale a relucir e impacta en aquel que siente hambre y su corazón anda inquieto. No cabe duda que muchos, aun teniendo el privilegio de escuchar a Jesús y presenciar sus palabras y milagros, no abrieron sus corazones.
Y es que somos libres y cuando nuestros egoísmos son más fuertes que nuestros impulsos hacia la verdad, quedamos atenazados, sometidos y encadenado. Es evidente que la fe nos la da Dios, pero necesita una tierra abonada y dispuesta a dejarse sembrar. Si la tierra se endurece y comprime no entra ninguna semilla.
Pidamos la Gracia de proclamar con la vida sin que haya necesidad de usar la palabra sino solamente para dar razones por qué vivimos así.
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