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viernes, 28 de enero de 2011

CUANDO CRISTO ES EL CENTRO DE NUESTRA VIDA


Vamos a intentar pensar como gastamos el tiempo de un día cualquiera. Quizás nos parezca algo tonto hacerlo, pero en mi humilde opinión estimo que es de, no sólo gran importancia, sino de vital importancia. Porque sólo mirándonos interiormente y exteriormente llegaremos al conocimiento de nosotros mismos y por nosotros a DIOS.

Un día cualquiera nos levantamos a los 07 horas, nos aseamos y disponemos a desayunar. Nos vamos al trabajo y de vuelta a casa tratamos de descansar. Si disponemos de algún rato libre lo dedicamos a deporte, hablar con los amigos, tomar un café, y ver televisión. También dejamos un tiempo para leer el periódico. 

Buscaremos tiempo para comprar y solucionar algún problema y luego, el resto para descansar. Miramos el reloj y ya no nos queda mucho tiempo. ¡Ah sí!, haremos alguna oración y le pediremos al SEÑOR que nos ayude a mejorar y resolver nuestros problemas. Y a dormir hasta el nuevo día.

No es que todos hagamos esto, pero podía ser un modelo estándar donde todos, al menos yo, nos podamos ver algo reflejados. Indudablemente, quiero vivir mi fe, porque soy creyente y quiero comprometerme. Pero mi fe no la puedo medir, nunca sabré que cantidad de fe tendré, sin embargo, si puedo verla, notarla y hacer que no sólo se proclame sino que se vea. No sólo hay que ser sino también parecer, porque ambas cosas van unidas cuando existen.

Tomo un globo, lo lleno de aire y se hincha. Es obvio que no veo el aire, pero sé que el globo está lleno de él, se ve y se nota. De la misma forma, mi fe está dentro de mí y, si lo está, debe verse y notarse en los actos de vida. Como en el globo, mi fe debe hinchar mi vida y mi relación con DIOS debe verse y notarse. Porque fe es tener un encuentro con DIOS y, de ese encuentro, una relación que lo alimente y lo haga crecer. Sino es así, mi fe está muerta, parada y, en cierto sentido, no existe ni se ve.

Entonces, cuando DIOS ocupa el centro de mi vida, todos las circunstancias de ella las puedo vivir desde mi fe: mi relación con la familia, la puedo ver y vivir desde mi fe; mi trabajo y relación con los compañeros de trabajo, también lo puedo vivir desde mi fe. En el momento de hacer deporte, hablar con los amigos, tomar un café, divertirme, ver televisión, situaciones problematicas, enfermedad y otras... también las puedo ver y vivir desde mi fe. Así todo en la presencia de DIOS será vivido de otra forma, se notará mi fe y, no sólo seré, sino que también pareceré un creyente consecuente con su fe.

Cuando CRISTO es el centro de nuestra vida, nuestra vida es diferente, es más alegre, más armoniosa, más plena, más solidaria, más comunitaria, más disponible, más dada, generosa; más atenta, cuidadosa, paciente, comprensiva, misericordiosa; más servicial, dialogante, bondadosa, mansa, suave y buena. Cuando CRISTO vive en nosotros, nuestro corazón derrama amor por todas partes, y eso se nota.

No hay diferencia en el dolor, en la enfermedad, en las contrariedades, en los problemas... Tendremos los mismos que todos, pero una cosa es cierta y segura, se vivirán de otra forma, con otra actitud, con otra paciencia y esperanza, diría hasta con gozo y alegría que brota de sentirnos serenos y en paz. Es la paz que procede de sabernos salvados y de que en las cosas de aquí no se acaba la vida.

3 comentarios:

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