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miércoles, 23 de julio de 2008

NUESTRA CONCIENCIA, ¿LA CONCIENCIA DE LOS DEMÁS?





Si nos preguntáramos por nuestra libertad, así de improviso, creo que la mayoría respondería: soy libre. Pero a poco que nos detuviéramos a pensar iríamos encontrando razones para darnos cuenta de que no somos tan libres como creemos. Estamos limitados por muchos factores externos que nos someten a una disciplina inflexible que nos manipulan agresivamente hasta el punto de hacernos bailar al son de sus caprichos. ¡Somos libres!, creemos, pero no paramos de correr y movernos al compás de nuestras responsabilidades e intereses. Intereses que nacen de nuestros propios apetitos, ideales, caprichos, apetencias, deseos, avaricias, vanidades y resumiendo, de nuestro propio egoísmo.

Y cuando nos ponemos por obra controlarnos y no dejarnos manipular, nos encontramos que le hemos abierto la puerta de casa a dos grandes manipuladores: la tele e Internet. Ahora mismo yo estoy vivenciando esta reflexión que me hago por medio de Internet. Debo de luchar contra el apego de mi propia vanidad y mi propio ego, para no dejarme conducir como un títere en sus manos.

Nos retiramos a descansar y nuestro descanso consiste, en muchos casos, ponernos delante del gran manipulador: la tele. Nos ponemos en sus manos e ingerimos toda clase de artilugios, spots, consejos, doctrinas, tentaciones, sexo, consumo, felicidad, vida fácil, dinero, criticas, prestigio, honor, criterios... etc. Nos adentramos en este mundo, en el que vivimos, y nos llenamos de sus criterios y exigencias.

Y claro, los criterios de este mundo no nos sirven para darnos la libertad. Nuestra libertad, la auténtica, la verdadera, no pertenece a este mundo porque para ser libre necesito buscar la Verdad y la verdad de este mundo es falsa y engañosa. Sólo la Verdad nos hará libre, o lo que es lo mismo, la libertad se encuentra viviendo en la Verdad.

Hay muchas experiencias que testifican que para ser valorado en este mundo es necesario mentir, venderse, engañar, sobornar. Incluso se dice que todo tiene un precio. Y la Verdad auténtica no se puede comprar ni vender. Tampoco se puede utilizar, hoy para esto y mañana para lo otro. La Verdad es justa, honrada, igualitaria, constante, perseverante, respetuosa, digna, comprensiva, fraternal... y muchas cosas más, porque nunca se abarca. La Verdad está por encima de todos nosotros y nos supera.

Por todo eso, nuestra conciencia deja de ser nuestra conciencia para pasar a ser la conciencia de los demás. Nos vemos maniatados porque los demás nos miran y, al parecer, esto para los demás está mal. No hacemos esto porque al parecer para los demás no es normal hacerlo. Y así, sin apenas darnos cuenta, nos encontramos actuando según los demás nos lo imponen. Y lo curioso es que tampoco nos damos cuenta que nos lo imponemos los unos a los otros.

Y así, por ejemplo, no me pongo este vestido porque ya no se usa; me pongo este otro, aunque vaya semidesnuda, porque ese si está de moda; me dejo tocar y besar con mi novio porque si no lo hago soy una chica o chico anormal. No voy a misa porque nadie va. Lo corriente, es decir, lo que todo el mundo hace es lo que se me impone que yo también haga. ¿Y quien me lo impone? Pues mi conciencia que ha dejado de ser libre para que manden los demás en ella. Todos concatenadamente estamos presionándonos y coartando nuestra propia libertad.

Se impone pararnos, nunca me cansaré de proclamarlo, para hacer una seria y profunda reflexión sobre quien soy, que hago y a donde me dirijo. Porque mi conciencia me dice que lo normal, y no lo contrario, que se tiene por corriente, es ir a misa a dar gracias y buscar fuerzas para mi peregrinar hacia la Pascua. Porque mi conciencia me dice que lo normal, y no lo contrario que se tiene por corriente, es respetar mi cuerpo y no entregarlo fuera del contexto matrimonial católico. Porque mi conciencia me dice que lo normal, y no lo contrario que se tiene por corriente, es cumplir con las normas respetuosas y éticas de comportamiento cívico y social. Porque mi comportamiento me dice que lo normal, y no lo contrario que se tiene por corriente, es ser honrado, justo, digno, responsable... etc.

Todo lo que se hace puede ser que sea lo corriente, es decir, lo que hacen todo, pero no por eso es lo normal. Lo normal, lo que se debe hacer está en la conciencia de todo, y todos lo saben, pero es más fácil hacer lo que te apetece, lo que te satisface, lo cómodo, que nos asemeja más a los animales, y a punto estamos de proclamarlos hermanos con el proyecto simio. Y es que la Verdad no se puede cambiar porque de cambiarse dejaría de ser Verdad. Sí antes lo era, ahora lo seguirá siendo. Pueden cambiar las costumbres del lugar, las formas de vida, el trabajo, la moda, los medios para relacionarnos, pero nunca la Verdad, es decir, el respeto, la palabra, la honrades, la justicia, la dignidad, el valor de la persona, la fraternidad... etc.

Como nos visualiza el vídeo, lo corriente es lo que todo el mundo hace: estropear la naturaleza, pero como el mismo nos sugiere, lo normal es lo que nos aconseja hacer: cuidar nuestro entorno y respetar la naturaleza. Seamos pues normales formando nuestra conciencia y buscando nuestra libertad en la Verdad.

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