Hay gente irrespetuosa en todas partes. Y doy gracias a Dios porque así sea. No porque me guste ni porque quiero que hayan, sino porque ellos significan la oportunidad de amar y perdonar. Esa experiencia no es fácil, pues mi primer impulso y pensamiento fue replicar y descubrirle su arrogancia, su soberbia y su mala e irrespetuosa educación, pero, me mantuve y reprimí mi ímpetu.
No sé si eso es lo que Dios quiso que hiciera, porque a veces dudo si tendría que responderle y advertirle de su mala educación. Pero si es cierto que de haberlo hecho, seguramente no hubiese podido contenerme y habría faltado también yo. Pero, al margen de todo eso, los resultados son que esa persona perdió un posible cliente y dejó una nota negativa en su haber.
No significa eso que le guarde rencor, ni que anhele venganza, pues eso me está prohibido por mi fe y por mi amor al Señor. Si Él me perdona a cada instante, ¿cómo me voy a presentarme delante de Él sin yo también perdonar? Está claro que nuestra cruz hay que cargarla y soportar esta arrogancia y mala educación de la que muchos hacen gala. Pero eso no nos exime de manifestarlo y decírselo en su propia cara. Sé que se lo dirán, pero me quedo con la duda si tenía que haber hecho algo más para evitar que otros pasen por lo que yo pasé.
Y, añadido a eso, negligencia o ignorancia al mandarme una prueba que no era aconsejable hacérme, en mi caso, por limitaciones técnológicas. Y luego disculpas o evasivas irresponsables. Porque un profesional tiene que saber que eso no debe hacerse en ciertas condiciones como eran, en este caso, las mías.
Pero lo más importante es que si esa persona no descubre su enfermedad y acude al médico, seguirá, erre que erre, cometiendo esos errores y malos comportamientos, que desdicen mucho de su persona, y lo asemejan más a la irracionalidad soberbia de los que se creen mejores que los demás. Porque ese será el punto de partida para empezar a curarse.
Y por eso rezamos, para que esas personas se den cuenta que tratan con personas, valga la redundancia, y que están para servirlas, no para que le sirvan. Peligrosa y grave enfermedad que necesia a un médico, pero no un médico cualquiera sino el mejor. Y ya sabemos de quien hablamos.
Y por eso rezamos, para que esas personas se den cuenta que tratan con personas, valga la redundancia, y que están para servirlas, no para que le sirvan. Peligrosa y grave enfermedad que necesia a un médico, pero no un médico cualquiera sino el mejor. Y ya sabemos de quien hablamos.
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