Si nos preguntamos, ¿por qué rezamos? ¿Estamos seguros que sabemos dar una respuesta? Posiblemente sea así, pero también ocurre que muchos no sabemos el motivo de por qué rezamos. Sí, es obvio, todos sabemos que rezamos para pedir cosas a Dios; sí, todos rezamos porque necesitamos ayuda para salir adelante en muchas situaciones de nuestra vida; sí, muchos rezamos porque nos reconocemos pecadores y necesitamos perdón, y sabemos y experimentamos, porque Jesús nos lo ha enseñado, que el Padre Dios nos perdona porque su Misericordia es Infinita.
Pero, he aquí la pregunta: ¿Realmente esa es la preocupación principal? Porque si esa es la preocupación principal, vamos mal encaminados. Sí, la oración es un camino de relación, pero no principalmente, aunque nos hace falta y lo necesitamos, para que nos solucionen nuestros problemas y debilidades. De antemano, en nuestra concepción uterina, en el vientre de nuestra madre, se nos ha dado, por la Gracia del Espíritu Santo, los talentos y dones necesarios para vencer y solucionar nuestros problemas.
Ahora somos libres y depende de nosotros que, afianzados en esa relación con el Padre, en el nombre del Hijo, sepamos realmente pedir lo que realmente convenga para nuestra salvación. Es verdad que todo lo anterior es necesario pedirlo, pero lo principal es pedir porque nuestra preocupación por ser perfecto como el Padre celestial es perfecto (Mt 5, 46-48, se vaya gestando en nosotros.
Esa es la respuesta a nuestra propia pregunta. Padre, rezo porque quiero ser perfecto como Tú. Porque Tú me has puesto esa meta, y yo quiero cumplirla. Pero sé que no puedo, que sin Ti y la fuerza del Espíritu Santo, mi debilidad no alcanza a llegar a la perfección. Y eso me preocupa, y eso me lleva a pedirte de forma casi desesperada la acción de tu Espíritu.
Padre, enséñame, dame fuerzas y sabiduría para amar. Amar no sólo a los que me aman, sino, sobre todo, a mis enemigos y necesitados. Padre, esa es mi preocupación y en eso pongo toda mi confianza en Ti. Gracias, Padre, porque has puesto tu confianza en mí y me encargas esa misión. Depositas tu confianza en un pobre pecador como yo, indigno y débil e incapaz de cumplir lo que me pides. Padre, si Tú así lo has dispuesto, confío plenamente que me darás la fuerza y sabiduría para cumplirlo. Por eso te necesito, Padre, y, por eso, rezo.
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