Cuando quieres transmitir algo, solo hay un medio de hacerlo: amando. Nada que no sea dado con amor, con buenas intenciones, gratuitamente y sin ningún interés, se puede transmitir. Indudablemente que cuando das algo a cambio de un beneficio, consigues transmitir, pero eso no llega al corazón sino a la mente egoísta que ambiciona tener y poseer.
Y en consecuencia, no echa raíces ni alcanza la profundidad del corazón donde alberga la grandeza del hombre y su más alta dignidad: "Amar tal y como es amado por Dios". Porque el hombre que esconde su amor en el egoísmo y la codicia, pronto, cuando se acaba la materia prima donde alimentarse, huye y desaparece. Todo se sostiene en una mentira que solo busca su interés personal.
Nada es acogido con compromiso y de forma desinteresada sino aquello que es recibido gratuitamente y con amor. Eso implica desinterés y servicio y mueve al corazón que lo recibe. Porque el hombre tiene un corazón herido, tocado que no entiende de gratuidad ni de servicio, menos de amor. Y se asombra, le sorprende que alguien le sirva simplemente por amor.
No por eso se siente comprometido a hacer lo mismo. Ni tampoco queda tocado para corresponder él también amando, pero el único camino de transmitir el amor es amando. Así nos lo ha transmitido Jesús, y así lo transmite la Iglesia. No hay otra forma. Me atrevería a afirmar que una nueva evangelización pasa por una renovación de nuestras formas de amar. ¿Amamos como Dios nos ama? ¿Y tratamos de esforzarnos en vivirlo tal y como Jesús nos enseñó?
Por lo tanto, sin dejar de buscar nuevos caminos y medios para transmitir, nunca podemos perder de vista que la esencia de la evangelización es el amor.
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