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domingo, 20 de abril de 2008

¿Qué es la felicidad?


Creo que estaremos de acuerdo en que al menos todos buscamos la felicidad. Es seguro que a nadie se le escapa querer ser feliz, y si preguntáramos al primero que encontramos en nuestro camino: ¿qué buscas? La respuesta sería, aunque quizá algo disfrazada, la felicidad. Sentado esto, podemos adentrarnos unos momentos en pensar que es realmente la felicidad.

Y en primer término buscamos en el diccionario esa tan anhelada y deseada palabra felicidad, y dice así: estado de ánimo de la persona alegre y satisfecha por la situación en que vive. Cosa que produce este estado de ánimo: tenerte a mi lado es mi mayor felicidad. Suerte feliz: salir con felicidad de un empeño. ¡Y cuantas más definiciones podríamos encontrar! Creo que tantas como sentimientos de felicidad podamos tener. Pero en realidad, sí hay muchas formas de sentirnos felices, ¿donde está realmente la verdadera y plena felicidad, la que nunca se acaba? Porque la que conocemos como nos describe el diccionario y hemos experimentado se acaba muy pronto y al final nos deja igual o más vacío.

En ese sentido he pensado en estos momentos reflexionar sobre tal término a raíz de ver una definición de felicidad que me ha llenado plenamente y con la que estoy muy de acuerdo. He leído en el blog de mi amigo Armando vallejo que felicidad "es poseer sabiduría, control de la propia vida, la satisfacción de haberse hecho lo correcto, aún con sufrimiento y que se ha cumplido con el deber". Creo que hay mucha tela que cortar en esta definición y se ajusta mucho a lo auténtico del concepto. Evidentemente, felicidad es poseer sabiduría, la sabiduría de quien sabe donde está lo valioso, lo perdurable, lo que queda, lo que permanece en el corazón de las personas, lo que se recibe de bien agrado y se agradece. Sabio es aquel que sabe que no lo sabe todo y que es de sabio el saber rectificar. Sabiduría es aceptar mi estado imperfecto que en el camino me voy perfeccionando y que nunca terminaré de hacerlo. Sabio es aquel que se da cuenta que su vida, encerrada en un cuerpo de materia y espíritu, le impone una lucha sin cuartel inclinándolo a la esclavitud y a la perdición. Sabio es aquel que sabe que debe de luchar sin cuartel para controlar su propia vida. Eso le supone penitencia, exigencias, disciplina y esfuerzo constante. Pero eso, también le va dando satisfacciones y alegrías sin limites, paz y sosiego, ánimo y motivaciones para desde la confianza y seguridad, con el optimismo, esperanza y satisfacción sin limites de haber hecho lo correcto sentir en lo más profundo de su ser la mayor de las alegría que nunca acaba, al contrario, siempre va in crescendo y llenando plenamente. Incluso, aún con sufrimiento y fatigas; con desvelos y sacrificios; con entrega y amor. Piénsese en lo que dan sus padres por sus hijos. Ese sentimiento de felicidad no termina nunca y siempre está ahí y cada día mayor. Es el ciento por uno prometido en lo que se hace con amor.

Y el remate es la satisfacción de saber que se ha cumplido con el deber. ¿Hay mayor alegría, mayor sentimiento de felicidad que sentir eso? Supongo que una vida cargada de esas actitudes y disponibilidades generosas es el colmo de la felicidad. Y, ahora me pregunto, ¿donde se encuentra esa clase de felicidad tan valiosa? Reflexionen y miren a su alrededor. No la encontraran tan facilmente y, menos, en el mundo en el que hoy vivimos lleno de consumo, televisión basura, placeres que nos descontrolan, bienestar exagerado que nos conduce al vicio, alegría superficial y material,etc. Observen a los que se entregan y desviven por los otros; observen a los que se dan y dan de lo que tienen; observen a los que saben, controlan, hacen lo correcto aunque les exija esfuerzo y lucha y cumplen con el deber, y mirelen a la cara. Verán que alegre y felices son.

Y, concluyo, después de hacer esta reflexión, llegando a la conclusión que la felicidad de la que hablo y a la que todos estamos llamados es DIOS.

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