No es fácil decirlo pero tampoco exige ni compromete mucho decirlo, porque las palabras se las lleve el viento. No obstante, confiar supone esperar que lo solicitado o esperado se cumpla, y en ese sentido todos esperamos y confiamos. En cuanto no fuese así todas nuestras esperanzas terminarían y dejaríamos de reflexionar y escribir en ese sentido.
Lo haríamos de otras cosas a las que daríamos importancia. Es un motivo más para agradecer la poca fe, pero fe, que tenemos y la inquietud por buscarle y pedir. Ese es el título de este blog y esa ha sido la actitud de crearlo y de sosternerlo, por la Gracia de Dios, hasta el día de hoy.
Y hoy es oportuno escribir y reflexionar sobre ello. Confieso que al empezar a escribir no pensaba lo que ahora estoy escribiendo y en el Evangelio de hoy. Porque hoy Jesús nos habla de pedir, y nos anima a tocar y buscar porque sólo los que buscan, tocan y piden encontrarán respuesta. ¿Cómo entonces yo me voy a quedar quieto? ¡Claro, que seguiré y sigo pidiendo, buscando y tocando!
Debo decir que en mi pobre experiencia, pienso que el Señor no da las cosas ni rápidamente ni todo de un golpe. Lo da despacio, en el camino y paso a paso, sin ni siquiera darte cuenta. Lo da al mismo ritmo que tú lo pides y con la misma intensidad. Al menos esa es mi experiencia, porque sin darme cuenta tengo que decir que mi fe, hoy es más grande que ayer; que con mi paciencia y mi esperanza ocurre lo mismo...
Y que con Él mi relación es diferente, más confiada, más contenida, más segura, más tranquila, más pausada, más de escucha, de obediencia, de aceptación, de pobreza, de sentirme perdonado a pesar de mis repetidos fracasos y esclavitudes. Supongo que eso será crecer, pero nunca desaparece la inquietud por seguir creciendo, pues cada vez descubres más miserias y más indignidad de no merecer nada...
Experimentas la impotencia de no comprender ese Inmenso Amor de Dios y de sentirte tan pequeño, inútil, cero absoluto ante su Grandeza y Misericordia. Experimentas que las dudas, las tentaciones y tu naturaleza caída siguen ahí y no se han ido. Experimentas que la lucha sigue y que necesitas cada día la oración y el alimento Eucarístico. Y terminas por confiarte y abandonarte en sus Manos ante la debilidad de tu ser y la proximidad de tu recorrido, y te arrodillas ante su Misericordia y pides perdón.
Es el momento de sentirte agradecido y esperanzado en su Bondad y Amor. En tus Manos, Señor, quiero poner todas mis esperanzas y toda mi vida.
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