Decimos que hemos tenido suerte, o que ha sido una casualidad. Pero, las cosas que nos suceden en la vida están de alguna manera escondidas en la providencia divina, aunque en muchas ocasiones, Dios, firme anónimamente. La película de la que hablamos hoy trata de estos casuales encuentro a los que llamamos erroneamente suerte o casualidad. Se titula «Sucedió aquella noche».
Muchos encuentros,
tal y como el que nos plantea la película, son circunstancias que se suceden en
nuestra vida y que debemos meditarlas, prestarle debida atención y
reflexionarlas profundamente, porque pueden ser trenes que pasan por nuestra
vida y, si los dejamos escapar, puede
que en ello nos vaya la felicidad.
Evidentemente, hay
situaciones que nos descubren la realidad de la verdadera vida en la que nos
movemos y existimos. La maldita tentación del soborno para conseguir dinero con
el que contamos que se logra todo. La nefasta falsedad que no llegamos a
descubrir ni a darnos cuenta, del dinero. Una y otra vez pensamos que con él
somo más grande y mejores que los otros y se logra y consigue todo. Nos
ensoberbecemos y nos llenamos de vanidad y orgullo.
En contraposición,
el valor de la humildad, de la sencillez, de la verdad y justicia ante la seguridad,
el estar instalado, el tener todo y no esforzarte en conseguirlo. La normalidad
del matrimonio que tiene diferencias, que discute, que intercambian diferentes forma
de entender o ver la vida, pero, ante todo eso, primero está el amor, el
respeto, la aceptación, la humildad y, sobre todo, la misericordia.
Al final sucede lo que siempre, cuando se ponen los valores en primer lugar, triunfa el verdadero amor, se hace la paz y se descubre la felicidad. La lucha de cada día.