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viernes, 16 de febrero de 2018

¿MORTIFICARNOS? ¿PARA QUÉ?

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¿Para qué mortificarnos? Es una pregunta que tiene su misterio y su respuesta. El hombre busca todo lo contrario, la alegría, la fiesta y el bienestar. Estar bien significa estar alegre y festivo. Luego, ¿qué sentido tiene el sufrimiento y la mortificación? Siempre ha sido un medio de control, de equilibrio y de austeridad. Y, hoy, en los tiempos modernos se ha convertido en el menú presente en todas las dietas. 

Se hace ayuno cada día aligerando las dietas y privándose de muchos alimentos que gustan a los sentidos gustativos, pero se mortifican y se privan de degustarlos en bien de la salud o de la silueta corporal. Todo se pospone y encamina hacia una meta o fin. El cristiano se prepara y dispone a la lucha de cada día tratando de sostenerse sobrio, equilibrado y dueño de sí mismo con la práctica del ayuno y otros sacrificios. Es ahí y desde esa perspectiva donde se encuentra el verdadero sentido al sacrificio. Renunciar para vencer la tentación y para desprenderse de tus propios egos.

Renunciar para compartir, porque, de conservarlo para provecho propio pierde todo su sentido. Se trata de ser capaz de renunciar para darse. Y es que el amor se fundamenta en eso. No hay amor que no renuncia por el bien del amado. El amor busca el bien del que ama, así Dios busca nuestro bien, porque nos ama con verdadera locura. Y, por eso, busca nuestra salvación entregándose en su Hijo, nuestro Señor Jesús, a una Muerte de Cruz para salvarnos.

Pero, la finalidad del ayuno y la mortificación no es la meta cristiana. Es un medio que nos puede ayudar, pero no la medida de la perfección. No es lo que Jesús quiere en nosotros, porque Él ha venido a darnos vida, alegría y plena felicidad eterna. Por lo tanto, tenemos que ayunar de todo aquello que nos tienta, que nos arrastra al egoísmo, al interés por nosotros mismos, a buscarnos y satisfacernos y olvidarnos de los demás. A ser indiferentes al dolor y sufrimientos de los otros. Ese es nuestro ayuno y el que debemos practicar cada día de nuestra vida en este camino y mundo.

Pero, buscamos llegar al Señor y en Él disfrutar eternamente del gozo y la alegría que bulle dentro de nuestros corazones. Porque, para eso hemos sido creados.

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