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martes, 3 de marzo de 2015

NO ES CUESTIÓN DE FE, SINO DE VIVIR ESA FE



Con mucha frecuencia nos preguntamos y nos respondemos sobre la fe. Me pregunto si tengo fe, y mi respuesta es que sí, tengo fe. Pero luego, ¿está esa fe presente en todos los instantes de mi vida? Porque el hecho de tener fe no es algo que solo se tenga, sino que también se vea.

Ser cristiano no es solo serlo, sino también parecerlo. No de una manera deliberada, pero sí de una manera natural y espontánea. Porque la fe no es una frase, ni un eslogan, ni una marca, ni un refresco, ni un logotipo, ni siquiera un signo. La fe es una actitud confiada en Jesús que me empuja a seguirle libremente y a vivir su mismo estilo de vida.

Y eso, amigo, se nota. Se nota en tus decisiones; se nota en tu relación con Él (oración); se nota en tus visitas y frecuentes comuniones alimentadas en la Eucaristía. Se nota en tus actos y comportamientos familiares, sociales, laborales, comunitarios y solidarios. Se nota, se tiene que notar, porque la fe no se puede esconder. 

Si se esconde es una fe de quita y pon. Una fe falseada, hipócrita, de escribas y fariseos. Es decir, es lo que tú quieras, pero nunca fe. Otra cosa, que no hay que confundir, son tus propios pecados y fallos. No eres perfecto, y tu fe presenta heridas, heridas que la hacen dudar. Y dudas, y te equivocas, y cometes errores. Y tienes miedos, vergüenza, falta de valor, y temor a hacer el ridículo. Se nota también que eres un pecador.

Pero en esa batalla de cada día tus caídas y levantadas descubren tu fe. Porque tu vida y tu comportamiento obedecen a un compromiso que libremente quieres seguir, el estilo de vida de Jesús, y tus tropiezos e insistencia por seguirle van descubriendo tu tenacidad, tu perseverar e insistencia y tu constancia y paciencia. Eso revela que tienes fe.

Luego, no te preocupes, porque siempre tienes la oportunidad de enderezarte y pedir perdón. El Señor, nuestro Padre, nos ha dejado la puerta del perdón, la confesión. Así que, ¡confía, refuerza tu fe y adelante!

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