Hay momentos que nos precipitamos y las cosas no salen bien, o al menos no dan el resultado esperado. Quizás no tenemos la paciencia necesaria para esperar y actuar de forma limpia y pura. Porque previamente al encuentro hay un ejercicio muy importante que hacer.
Y es que cuando se trata de limpiar, primero hay que estar limpio. No puedes ir a perdonar si tú antes no has sido perdonado, pues nadie puede dar lo que no tiene. Y si se trata de ofrecer tu perdón y estar dispuesto a recibirlo, tendrás previamente que ser perdonado y recibir el perdón.
Por lo tanto, cuando sientas que tu corazón está inquieto y atormentado porque sabes de otros que están lejos de ti o distantes, trata de estar preparado, limpio y disponible a perdonar. Y disponte al encuentro porque ahora tu corazón está limpio y lleno de amor. Y es el amor lo que logra el perdón.
Mira, Jesús nos está esperando, sale a nuestro encuentro, pero no se interpone ni nos interfiere sino que abre su corazón y aguarda nuestra venida. Muchos hay que no responden a sus gestos de amor, y Jesús permanece pacientemente con los brazos abiertos. Quizás sea esa nuestra postura y actitud: tener los brazos abiertos al perdón.
No te turbes ni te atormentes si no tienes la oportunidad de reconciliarte, porque primero reconcilia tu corazón. Luego, si puedes provocar el encuentro, hazlo, pero si no puedes, espera que ese corazón se reconcilie y se disponga también a recibirte.
Porque la reconciliación no es cosa sólo de uno, hace falta apertura y disponibilidad de dos o más. Pero más importante aun es meter a Dios en el medio.
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