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martes, 10 de diciembre de 2013

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS...




Lo rezamos todos los días, sin embargo no sé si cada vez que lo rezamos caemos en la cuenta de lo que decimos. Por eso, en mi humilde opinión, nos sorprenden muchos pensamientos o anécdotas que traen a nuestra conciencia lo que realmente significa rezar el Padre nuestro. Y buscamos la luz en otros lugares donde no está sino a modo de pensamiento o razón.

Sin embargo, en el Padre nuestro está contenido todo lo que Jesús nos reveló según la Voluntad del Padre. Y es que a menos que lo meditemos un poco, sus verdades y camino nos enseñan cómo debemos vivenciar nuestra vida a cada instante y cada día. Hagamos un intento de meditarlo.

Primero decimos: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Y es que santificar el Nombre de nuestro Padre Dios es agradecerle todo lo que hemos recibido, que es enteramente todo. Continuamos, venga a nosotros tu Reino, pero quizás nosotros luchamos más porque venga nuestro reino no el del Señor: Un Reino de amor, justicia y paz. Y nos asombramos cuando leemos en otro lugar alguien que diga: ¿Qué mundo estamos fabricando los hombres?

A continuación decimos: "Hágase tu Voluntad, no la nuestra, en el Cielo como en la tierra. Pero nosotros, ¿qué hacemos? Con toda probabilidad, la nuestra, y después si sobra algo, la del Padre Dios. A la hora de enjuiciar nuestras propias decisiones, ¿tenemos en cuenta la Voluntad de Dios? Eso es lo que decimos todos los días muchas veces. Y somos los que lo decimos, ¡que los que apenas lo dicen...!

Seguimos y nos atrevemos a pedir: "Danos hoy nuestro pan de cada día". Eso no falla, pedimos algo más que el pan: Pedimos dinero, curaciones, evitar sufrimientos, mejorar la vida...etc. Pero crecer en virtudes o fuerzas para aceptar los contratiempos y capacidad para esforzarnos y comprometernos, nos cuesta más. Quizás lo pedimos, pero algo así como de norma, no con el compromiso serio de llevarlo a cabo en nuestras vidas.

Y ya viene, diría que todo es importante, pero esto: "Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Es decir, en la medida que yo perdono, me estoy perdonando a mí también. Porque, si perdono a los que me ofenden, le estoy diciendo al Señor que me perdone a mí. O sea, que si perdono estoy yo perdonado. Parece fácil, pero sólo parece, porque ese es el conflicto de todo enfrentamiento y luchas. Si hay perdón todo iría mejor.

Y nos descubrimos débiles al suplicarle que "no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal. Amén. Dejamos clara nuestra pequeñez y nuestra pobreza. Necesitamos su protección, su Gracia y su Misericordia para seguir vivos. 

Cada vez que rezamos el Padre nuestro debemos pararnos y meditar lo que decimos. No por mucho rezar seremos mejores, sino por rezar bien y tratando de vivenciar lo rezado en nuestras vidas.




1 comentario:

  1. Muy buena meditación, de una ración, que a veces, rezamos tan de memoria que no nos paramos a pensar lo que realmente dice. Un abrazo

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