Jesús es siempre nuevo. Él es el evangelizador que renueva cada instante y cada momento de nuestra vida. Lo nuevo, lo diferente es presentarlo a Él, y para eso se hace indispensable conocerlo y tratarlo. Y la única forma de tratarlo es estar con Él. Él nos espera y siempre nos atiende. Nosotros, limitados y humanos, nos cansamos e impacientamos.
En Jesús nos actualizamos y renovamos la vivencia de nuestra vida. Hablar de nueva evangelización es hablar de revivir en Jesús nuestro esfuerzo diario de hacer la Voluntad del Padre en su presencia. Tal y como Él nos enseñó, no solo con sus palabras sino también con su vida.
El amor debe ser el centro de todo nuestro esfuerzo, y Él es el Amor total. Transmitir a Jesús es presentarle como el Señor de nuestra vida, siempre dispuesto a ocupar el último puesto, a lavar los pies y a servir hasta las últimas consecuencias. Presentar a Jesús es ofrecerlo como el Manantial de donde brota el agua que salta a la Vida Eterna. Un Jesús centro de nuestra vida, que nos hace hombres nuevos, nacidos del espíritu, cada instante y en todo momento.
Un Jesús que acompaña, que trasciende, que interpela, que se nos presenta, como a los de Emaús, y nos anima, transmite y levanta el deseo de regresar a la comunidad con aires renovados y deseosos de emprender con nuevos bríos el camino de la fiesta. Presentar al nuevo Jesús, que siempre ha vivido y vive en nosotros sacándolo al primer plano de nuestra vida y llevándolo a los lugares donde le han envejecido, olvidado o trasplantado a un segundo plano, mirándole de forma indiferente y marginada.
Evangelizar no puede ser otra cosa sino presentar al Verdadero Jesús, único e infinito en el tiempo.
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