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viernes, 12 de julio de 2013

EN EL FONDO DE LAS INTENCIONES



Es algo que lo tenemos pegados, inherente a nuestra naturaleza humana: medimos el bien y el mal atendiendo a los actos que hacemos en ese sentido. Es decir, alguien que hace cosas buenas, es una persona buena, y de la misma forma, el que hace cosas malas, es malo. Nuestra lógica obedece a este criterio.

Sin embargo, no sé por qué, hace unos momentos, leyendo el artículo de elige sobre ¡hay que espabilarse!, he sentido dudas a este respecto. Ha habido mucha gente, diría que todos o casi todos, sobre todos los santos, que han hecho cosas malas. Incluso en tiempos de su camino de conversión, porque lo que define la bondad o maldad de un acto, no es su fin sino la intención con la que se hace y el origen de su nacimiento: el corazón.

No se trata, es lo que trato de compartir, de hacer cosas buenas sino de sentirlas desde lo más profundo de nuestro corazón y de dolernos o alegrarnos cuando son malas o buenas. Y claro, que nadie entienda que no quiero decir que se queden en simple sentimientos, sino que se hagan, pero dándole siempre más importancia a la intención y el deseo que a la significación del acto en sí.

Porque todo es por y para Gloria de Dios, y quien tiene la última palabra es siempre Él. Porque solo Él sabe lo que conviene y lo que no conviene. De forma que muchas veces nuestras buenas intenciones estropean la labor más que favorecerla. Y nuestras envidias, codicias y soberbias siembran el desamor más que el amor. Un simple pensamiento nos ayudaría a entender que si Dios, el primer interesado, quisiera acabar con el mal, lo haría de forma rápida e inmediata.

Sin embargo, sus intenciones son otras, y esas otras nunca las podremos entender. Así que  lo mejor será ponernos en sus Manos y, en su Nombre, tanto las cosas vayan de una forma u otra, tomamos conciencia que es el Señor quien actúa en nosotros. De esa forma las cosas se ven diferentes y con otra perspectiva. No hará falta decir que para eso, entendemos, que nuestro empeño, nuestros talentos y cualidades y nuestros esfuerzos deben de ponerse en juego y a tope.

Posiblemente ha sido el caso de Carlota: Lo pensó, puso manos a la obra y recogió la cosecha. Que sea todo para Gloria de Dios.

1 comentario:

  1. Podríamos pensar que los santos lo tuvieron más fáciles que nosotros. Pero cuando leo detenidamente su vida, no lo pasaron como en un jardín de flores, o como si estuvieran caminando sobre una nube. No, tuvieron muchas dificultades, también nosotros los tenemos, pero la diferencia es que ellos, aún en sus momentos más difíciles acudían al Señor en la oración, hacían mucha penitencia, renunciaron comodidades para comenzar a vivir con plena libertad el Evangelio de Cristo; y a medida que se iban negando así mismo, se hacían más humildes.

    El Señor también nos concede a nosotros las mismas oportunidades, pero siempre en la vida de oración, en el recogimiento.

    La mundanidad nos hace duros de corazón y entendimiento, y de ahí viene la importancia del "yo", un olvido de Cristo.

    Pero al trabajar por la gloria de Dios, según el ejemplo de los santos, para seer uno en Cristo Jesús, sin necesidad de buscar nuestra gloria. Como los Santos, tampoco debemos aprovecharnos las ocasiones para buscarnos a nosotros mismos.

    En estos días, en Argentina se colocó una imagen del Papa junto a la Aparecida, al saberlo el Papa Francisco se enojó, porque él no buscaba la propia gloria. Los Santos son así. También sucedió en la vida de San Pío de Pietrelcina, eran fotografías que algunos fotógrafos habían expuesto públicamente, no le gustó nada al Santo Padre Pío, así que muy enfadado hizo que los quitase.

    Los Santos cuando se enojan, lo hacen con justicia, pues la Gloria de Dios únicamente pertenece a Dios. Esto bien lo sabemos.

    Yo podría pensar, "esto que hago es para gloria de Dios", ¿y si lo que hago no le agrada a Dios? Jesús es Luz, y Él ya nos ayuda a comprenderlo mejor, y así seguimos creciendo en el conocimiento de la verdad mediante la Santa Madre Iglesia Católica, que también es Maestra, y nos educa conforme al Espíritu Santo.

    En realidad, yo "José Luis" que escribo, me llego a avergonzar de mis propios escritos, porque no siempre trabajo como desearía por la Gloria de Dios.

    Y cuando veo los escritos de otras personas..., veo que el Señor se hace notar en ellos.

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