De nada vale conocer que el amor es la piedra fundamental para salvarnos. Nada, sino amor es lo que será medido en el atardecer de nuestra vida, y de nada vale, valga la redundancia, acumular otras cosas o bienes que no sean actos y hechos cargados de amor. Porque esa será la medida de nuestra salvación.
Por tanto, se trata no solo de saberlo sino de vivirlo. Y el amor es cosa de todos los días, de cada momento e instante, así que quedamos retratados en cada segundo de nuestra vida. El amor tiene que ver con todo nuestro ser, porque desde que nos levantamos hasta que volvemos a acostarnos estamos descargando actos de amor. Todos nuestros movimientos tienen que ver con el amor, de tal forma que nadie puede escapar al hecho de no tener oportunidad para amar.
Vivimos en relación. Es más, somos seres en relación y toda relación implica actitudes de amor. Tu conducta depende de la del otro, y todos estamos relacionados. No estamos solos, así que en la convivencia nace el amor y también los desamores. Esa es la cuestión, amar contra el desamor. Esa es la lucha donde nos jugamos nuestra salvación. Y para ello, necesitamos la Gracia de nuestro Padre Dios. Sin ella no podemos salir victoriosos.
Por eso, simplemente por eso, necesitamos relacionarnos con Dios, injertarnos en Jesús y dejarnos guiar por el Espíritu Santo peregrinando en la Iglesia y junto a los hermanos. Es la mejor manera de mantenernos fuertes, vigilantes y protegidos ante la avalancha tentadora de las ofertas y bienes de este mundo.
Dios es el Amor puro e incondicional, y eso es lo que debemos intentar llegar, amar incondicionalmente, en cada uno de los momentos de nuestra vida. Un abrazo
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