CAMINANDO POR EL CAMINO

Esta reflexión entra en ese camino que muchos de nosotros hemos querido emprender. Y que quizás muchos otros se quieran agregar, porque en el camino, al compartir, se hacen amigos.

Pero una voz reflexiva que me sirva para pensar y, si vale, también ayude a pensar a otros caminantes. Cada día se entabla una batalla dentro de mí. Es la lucha contra mis propios egos, contra mis tentaciones y contra mis pensamientos impuros, ególatras y cargados de vanidad. 

A veces buscos cruz y no me doy cuenta que la llevo encima. Y ese querer buscar cruz es parte, me doy cuenta, de mi propia vanidad. Porque en el deseo de crucificarme se puede esconder también un deseo de narcisismo, de vanidad, de ser centro y mirada de otros. La cruz es cruz cuando se combate en la clandestinidad, cuando se acepta en silencio y cuando se toma con alegría y confianza puesta en el Señor.

La cruz no habla, no levanta la voz, no destaca ni se pone en los primeros puestos. La cruz camina en silencio y hace mutis sin que nadie la vea y la tome en cuenta. La cruz se viste de humildad, es su traje preferido y lo usa siempre hasta en las grandes solemnidades.

La cruz no habla alto ni entona acento de maestro. La cruz no se apodera de la palabra ni hace uso de ella con maestría de suficiencia y de verdad. La cruz calla y obedece, opina y comparte y busca la verdad dentro de sí mismo en el silencio y la escucha del Único Maestro, y luego con voz muy suave, humilde y cargada de amor trata de vivir y compartir esa palabra desde su corazón.

La Cruz enciende mi fe y la acrecienta, porque a través del Camino arde dentro de mí. Y ese ardor alimenta y sostiene esa fe que cada día va descubriéndose fuerte, firme y sostenida en la esperanza de hacer ese camino más soportable y llevadero.

Por eso, en este camino que está empezando quiero llevar una cruz de estas características. No sé si es la mía pero quiero cogerla y pedirles a todos que me ayuden a llevarla. Cuento con todos los caminantes. 

Un fuerte abrazo a todos en Xto. Jesús.